“Que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas. El bien es mayoría, pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruya, hay millones de caricias que alimenta a la vida.” La consigna y la vida de un hombre que pasó las peores tragedias que puede vivir una persona, pero que siempre salió adelante con un mensaje de Paz y Amor.

Fue un 22 de mayo de 1937 cuándo literalmente en una calle de La Plata una madre dio a luz a un niño: Facundo Cabral. Siendo el séptimo hijo, el padre abandonó la familia un par de días antes del improvisado parto. Por si no fuera poco, durante su estancia en Berisso, viviendo en la mítica calle Nueva York, el abuelo materno los expulsó de la casa por no poder pagar el alquiler.

Sus primeros ocho años trascurrieron como una tragedia tras otra. Cuatro de sus hermanos fallecieron por el frío, la mala alimentación y las enfermedades típicas de la pobreza extrema de los años ’40. Su madre Sara recién logró la estabilidad laboral y habitacional en el Partido de Tandil gracias al esfuerzo de Facundo.

En una visita de la Primera Dama, Eva Duarte de Perón, Facundo burló la guardia presidencial para pedirle ayuda, quien habría respondido “¡Por fin alguien que me pide trabajo y no limosna!”. En pocos días Evita les consiguió un trabajo y una casa a doña Sara.

Pese a la pequeña mejora de su situación, Facundo Cabral debió abandonar su casa y comenzar a trabajar en la calle con el seudónimo “El Hijo de Sara”. El continuo maltrato por parte de su propio abuelo le impedía incluso el derecho básico de comer en la mesa familiar “por parecerse físicamente a su padre”.

Rodeado por la adversidad y marginalidad, a los nueve años cayó en alcoholismo y fue internado en un reformatorio. A los 14 años volvió a quedar preso por “violento”, pero esta vez tuvo la suerte de conocer un cura jesuita que le cambió la vida. Con su ayuda aprendió a leer, escribir y a desarrollar una pasión por la sabiduría en general. En solo tres años terminó la primaria y la secundaria. Luego huyó de la cárcel con ayuda de su mentor. Una vez más en la calle, conviviendo con vagabundos, aprendió sobre religión y música.

Siguiendo los pasos de los folkloristas de Atahualpa Yupanqui y a José Larralde comenzó a forjar su trayectoria en la música popular y de protesta. Por aquellos años la Argentina se debatía entre modelos políticos autoritarios y democráticos, de izquierda y de derecha. Muchas veces los problemas políticos se pretendían resolver con golpes de estado, asonadas militares, represión, guerrillas, atentados terroristas y terrorismo de estado. Pese a la violencia arraigada en el país y en Latinoamérica, Facundo Cabral eligió el camino de la «Revolución de la Paz.”

Finalmente en 1970 grabó su primer disco “No soy de aquí ni soy de allá”, traducido en nueve idiomas y con la participación de grandes artistas del momento como Julio Iglesias, Pedro Vargas y Alberto Cortez.

Pese a ser un cantautor de la paz, su mensaje humanitario y crítico fue muy mal visto por los sectores de extrema derecha argentina. En el marco de la represión parapolicial de la «Triple A», y la siguiente Dictadura Militar de 1976, debió exiliarse en México para salvar su vida. Pero este destierro no hizo más que potenciar su espíritu de trovador viajero, pues la censura lo impulsó a recorrer más de 150 países. Sus canciones se tradujeron en 30 idiomas diferentes.

Cuándo logró retornar a la Argentina (1984) ya era un gran artista consagrado que reunían miles de personas en cada concierto. En este tiempo conoció las más grandes personalidades y celebridades del mundo. Pero principalmente se alimentó de las sabias mentes anónimas que fue conociendo y plasmando en sus poemas y canciones.

Pese al gran éxito, no cambió de filosofía de vida bohemia y su incansable lucha por la paz. Tristemente, tampoco desaparecieron las grandes tragedias que lo rodeaban. En 1979 falleció en un accidente de avión su primer gran amor, quien estaba embarazada de su único hijo. Facundo recordaría este suceso como uno de sus mayores dolores en la vida.

En 1996 alcanzó su máximo reconocimiento. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO-ONU) lo galardonó como el “Mensajero Mundial de la Paz”. Su repertorio de música, poesía, narraciones, improvisación y humor cubrían todos los aspectos de la vida, desde la necedad del odio y las guerras hasta los mínimos placeres cotidianos y la autoayuda frente a la depresión.

La edad y el ritmo de vida le pasaron factura a su cuerpo: perdió gran parte de la vista, desarrolló hipertiroidismo, problemas en los huesos y oído, entre otros problemas; pero su mayor drama fue el cáncer en la vejiga que lo llevó a someterse a quimioterapia y operaciones cada tres meses. Inicialmente el diagnóstico no le daban más de 4 meses de vida. Aun así no bajó los brazos porque quería terminar su inagotable obra.

En total grabó 35 álbumes, escribió 22 libros y realizó una desconocida cantidad de pinturas. Por su trabajo recibió tres discos de oro y dos de platino, lo cuales se los regaló a un taxista curioso. Además fue nombrado como “Miembro Honorario de Amnistía Internacional» y fue propuesto como Premio Nobel de la Paz por el Presidente de Costa Rica, Oscar Sanchez.

En 2011, abatido por sus problemas de salud, inició su última gira por Centro América. El 9 de julio, luego de un show en Guatemala, se dirigía al aeropuerto internacional para continuar su camino hacía Nicaragua, pero fue víctima de un atentado terrorista. La camioneta conducida por el empresario Henry Fariña fue interceptada y tiroteada desde tres vehículos conducidos por sicarios. Si bien se cree que el ataque estaba dirigido hacía Fariña, los disparos impactaron en el gran cantautor, quien según la autopsia no tuvo tiempo de sentir el dolor de las heridas y pudo dejar el mundo terrenal con una alegre expresión facial de paz.

Fuente: Infoberisso

 

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