“La Mary” es una enfermera de 60 años que pone termómetros, garra e insomnio para que la salud florezca en una mañana de fría y gris enfermedad.
Pedro es un residente de medicina recién venido. Con alma grande y deseo caliente, deseo de futuro.
Y… el equipo de salud…, en ese pasillo de hospital público generoso, el que abriga a tantos y a tantas, de tantos lugares distantes y de esperanzas venidas a menos.
El virus de la corona, el coronavirus, aparece “estelar” en un mundo de deshumanas inequidades. Iguala orígenes, procedencias, países, economías. Irrumpe exultante e impetuoso. Viaja en cruceros selectos, en primeras clases y no respeta las lógicas de las economías “globalizadas” de una humanidad decadente. Descree de los mecanismos de control de fronteras, mercados, financistas y de los macropoderes de cuatro decisores diabólicos.
Denuncia inequidades, ocupa los portales de los dueños de la desinformación, derrumba bolsas, aniquila la perversa lógica de los pocos que sumieron al mundo en la sumisión de los tantos. El que olvida en la agenda mundial las “pandemias silentes”. La tuberculosis, la desnutrición, el hambre, las enfermedades del agua insegura, las parasitosis, las enfermedades de transmisión sexual, el HIV, las diarreas evitables, las muertes reducibles del primer año de des vida, las mujeres traumatizadas, los embarazos maltratados, el mercurio, el glifosfato, el cianuro, la aniquilación voraz del medio ambiente, el trabajo infantil, la violencia que todo lo transversaliza, los presupuestos magros, “el gasto en salud”, los abuelos olvidados, el adolescente desamparado.
Este coronado virus, transgresor y peligroso, nos muta a solidarios, cuidadosos, humanos y hasta universales sujetos. Nos incita a cuidarnos en la reflexión, el gesto, la acción. Nos advierte acerca de la condición finita de todos los habitantes de este mudo tan desigual, tan injusto, tan escondido por los dueños de los medios de in comunicación, por los dueños de los mercados bursátiles, de las vacunas, de las tierras, el agua, los cielos y … las vidas. Las nuestras. La de mis viejos que tienen derecho a vivir una vejez digna aunque este “rewiew” de “la guerra del cerdo” lo discrimine, aunque el FMI lo considere “sobrante”.
Siempre las crisis mundiales alumbraron nuevas esperanzas.
La peste bubónica, la fiebre amarilla, “La fiebre escarlata” de Jack London. Las reales y las ficcionales.
La primera y la segunda guerra mundial. La crisis de 1930. La inquisición. El holocausto. Nagashaki. El proyecto Cóndor. Esta guerra “invisible” con virus y corona producto de la decadencia del neoliberalismo y de la amnesia de pocos hombres y mujeres por los derechos de tantas mujeres y hombres.
Esa mirada humana, en red, solidaria. Esa necesidad de construirnos sanos y con derechos. Esa energía de la gente en darle sentido a la existencia, es el capital de esta nueva pandemia. Lo que se viene. El capital humano. La equidad y la construcción de derechos desde la base misma de las comunidades.
La eterna vigencia del deseo a la sonrisa. A la comprensión de la necesaria alegría de la salud de los tantos y las tantas.
Las y los que se están enterando que este es otro, y van…, tantos de los otros sucesos que debemos enfrentar desde la raíz misma de nuestras humildes humanidades.
Que nos dará la energía necesaria para ponernos de pie. Y para exigir que las “silenciadas” enfermedades sin forma de pandemia sean los titulares de los medios de in comunicación que se “olvidan” de “La Mary”, de “Pedro”, de la violencia, la desocupación, el hambre, las madres sin control del embarazo, las mujeres sin abrigo y los niños sin pan.
Pasará el miedo al coronavirus, los diarios olvidarán la salud en la agenda, los financistas recuperaran sus bolsas y sus índices en la timba. Aparecerán las vacunas de los laboratorios. Solo espero que esta vez los niños, las mujeres, las madres, los adolescentes y los abuelos dejen de ser los rehenes de un mundo de pocos sin alma.
Y que los padecientes y sus protectores en los hospitales públicos celebren felices en las plazas de todas las comarcas del mundo.
Por el derecho a la salud.

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