Walter “El Ninja” Camacho: La Leyenda Anarco-Punk de Berisso
En una charla cruda, con una Walrus en la mano y medio siglo de rebeldía a cuestas, Walter “El Ninja” Camacho repasa su vida: calles, recitales, enfrentamientos con skins y policías, y una ética anarquista que aún late fuerte.
BERISSO.- “Soy punk de antes de nacer. Por la actitud, una forma de ver las cosas, una forma de reaccionar. No me gusta la injusticia”. Con esa frase, Walter Camacho, alias “El Ninja” o “El Punk Inmortal”, define una vida entera. A sus 53 años, sentado en el Café Spormancito de Berisso, con su cerveza Walrus artesanal (que se consigue en Montevideo y 15), desgrana anécdotas de una existencia forjada en el frío, el ruido de las guitarras distorsionadas y la lucha callejera.
La charla, que promete extenderse más de una hora, arranca con un brindis: “Por la verdadera anarquía, no por el anarcocapitalismo trucho”. Y es que Walter no tiene medias tintas. Su anarquismo es de raíz, el de la acción directa y la solidaridad, no el de los “hijos de puta” que, a su entender, han vaciado el término.
De las calles de La Plata a la cresta con jabón blanco
Su adolescencia en los 80 fue la de un “rebelde con causa”. Mientras muchos se drogaban, él eligió un acto de rebeldía mayor: no hacerlo. “Era muy deportista, fanático de las artes marciales”. Trabajó como albañil, lava copas y repartidor de cartas, pero su mente y su corazón ya estaban en el punk.
“Pintábamos cresta. Si teníamos plata, con pegamento; si no, con jabón blanco”, recuerda con una sonrisa. La epifanía llegó a los 9 o 10 años, en Capital Federal, al ver a un punk con cresta pasar y hacer retroceder a la gente. “Me impactó esa imagen”. Después, llegaron las películas en VHS: ‘Sid & Nancy’ y, en la intimidad del barrio, los videoclips de La Chicholina, que compartían con la misma avidez que los discos de Sex Pistols.
Recitales, skinheads y el precio de la lealtad
Los 90 lo encontraron en el centro de la batalla cultural. Recuerda el trágico recital de “Toco para Vos” en el Parque Rivadavia, donde la tensión con grupos skinheads que tenían puestos de propaganda nazi estalló en una pelea que terminó con la muerte de Marcelo Scalera. “Hubo una complicidad de las autoridades”, asegura, recordando los ataques a cementerios judíos de esa época.
“Nunca nos dejamos caminar, nunca”, sentencia. Iba a recitales de Hermética y de metal, pero siempre “pintaba a la onda con alguno”. Para él, los metaleros de los 90 eran “una élite, más chetos”, mientras que el punk, con sus letras crudas y su actitud, hablaba su idioma.
Astilleros: la banda de culto que nunca cobró un peso
A mediados de los 90, nació su banda, Astilleros. Una agrupación de culto, anarquista y autogestionada hasta la médula. “Nunca tuvimos manager, nunca cobramos por un recital. ¿Cómo le vas a cobrar plata a un amigo que va a apoyarte?”. Para ellos, la música era la difusión de ideas universales: “la solidaridad, la autogestión y la lucha”.
Esa radicalidad les cerró puertas. En La Plata casi no los dejaban tocar. “Éramos quilomberos”. Recuerda con sorna la única vez que tocaron en un sótano manejado por el PTS (Partido de los Trabajadores Socialistas), que terminó con él gritando desde el escenario: “Trotsky, asesino”. “Lo único que lamento es que no haya sido un anarquista quien le partiera la cabeza con un hacha”, bromea.
Sus influencias no eran comerciales: La Polla Records, Eskorbuto, Dos Minutos, y bandas “obsecuentes” (obreras y consecuentes) de España. “Tratábamos de hacer letras piolas, que reflejaran la lucha por un mundo mejor, en contra de la explotación y el maltrato animal”.
“El comisario me pegó primero, y yo me defendí”: el precio de defender a una mujer
La charla da un giro hacia uno de los episodios más crudos de su vida. Entre 2009 y 2010, en plena efervescencia del “Ni Una Menos”, intervino para defender a una mujer de una golpiza. El agresor era un comisario de la Policía Científica, Marcelo Ayeres.
“Yo estaba entrenado, como un espartano en esa época. Hacía boxeo, taekwondo y hasta me preparaba para peleas en la jaula”, relata. “Me pegaron a mí primero, y yo me defendí”. El resultado: problemas legales y una temporada privado de su libertad por “romperle la cabeza” a un comisario. “Defender a una mujer me salió caro”.
El anarquismo peronista y el mapa de sus luchas
Hoy, ejerce como profesor de Educación Física, oficio que mantiene hace más de 20 años. Su anarquismo se ha matizado con los años, pero no su convicción. “El liberalismo me hace sentir cada día que el camino es el peronismo”, dice, provocador. Para él, los trotskistas son “funcionales al sistema”, pero respeta a los militantes de base: “Sus militantes son respetables, pero sus ideas y su dirigencia son triturables”.
Reivindica el legado anarquista en la Cruz Roja, Greenpeace y el mutualismo. “El anarquismo dejó muchas cosas. Y son los campeones del mundo en honestidad, integridad y son mártires”.
El sur, los mapuches y Santiago Maldonado
Su lucha no conoce fronteras. En los años 2000, su banda Astilleros giró por el sur argentino, conectando con comunidades mapuches. Allí forjó una amistad inquebrantable con Facundo Jones Huala, “actualmente preso por luchar”. En esas giras, también conoció a Santiago Maldonado. “Era anarquista y militaba en la vida, en la calle”, recuerda con afecto. “Después me vino a ver cuando yo estuve privado de la libertad”.
Walter guarda como un tesoro un VHS con una de las pocas filmaciones de Darío Santillán, otro mártir de la represión, a quien conoció en sus recitales. “Es un material que voy a socializar, porque es digno que todo el mundo lo vea”.
El legado del Ninja
Con cinco hijos y la pandemia de por medio, Walter no descarta volver a hacer “un poco de ruido” con Astilleros. Mientras tanto, su vida es un archivo vivo de una contracultura que resistió en el conurbano. Desde su admiración por bandas de culto como Crash –veganos y pacifistas– hasta su amistad con los metaleros de Villanueva, su historia es un mosaico de lealtades, golpes y birra artesanal.
“El fascismo no se lo discute, se lo destruye”, sentencia, con la misma vehemencia con la que, a los 15 años, se plantaba frente a un skinhead. Esa es la leyenda de Walter “El Ninja” Camacho: un punk inmortal que, medio siglo después, sigue creyendo que las mejores batallas son las que se libran por los que no pueden hacerlo.
Estas son solo algunas reflexiones sobre la entrevista, que puedes ver completa aquí: