El Refugio de Syd

Berisso, 1975. El aire en el Barrio Nueva York olía a río y a fábrica, una mezcla que Syd Barrett encontró extrañamente reconfortante. Había llegado allí casi por casualidad, o quizás por el último destello de lucidez en medio de su espiral. Lo acompañaba John Forbes, su amigo de largas charlas y director en Citibank, quien le había prometido un lugar lejos del caos de Londres, lejos de las drogas que lo consumían como un fuego lento.

—Acá no hay nada de eso, Syd —le había dicho John mientras el pequeño avión privado aterrizaba en una finca de Los Talas—. Solo silencio y gente que no sabe quién sos.

Y era cierto. En Berisso, nadie reconocía al fundador de Pink Floyd. Para los vecinos, Syd era solo otro inglés excéntrico, quizás un turista perdido o un escritor buscando inspiración. Pasó sus primeras noches en una pensión cerca del puerto, donde el rumor del agua y los barcos lo arrullaban mejor que cualquier pastilla. Caminó por las calles de tierra, observando las casas bajas, los almacenes de ramos generales, las bicicletas oxidadas.

Una tarde, mientras tomaba un café en un bar de La Plata, cerca de la estación de trenes, un hombre mayor se acercó a su mesa.

—Usted no es de por acá —dijo, no como una pregunta, sino como un hecho.

—No —respondió Syd, mirando el café negro frente a él—. Vine a descansar.

El hombre, un científico del CONICET y amigo de John, asintió.

—Es un buen lugar para perderse. O para encontrarse.

Syd no respondió. En esos días, ya no estaba seguro de qué quedaba de él para encontrar. Pero por primera vez en años, el silencio no le pesaba.

Syd y Jhon

Sin embargo, una semana después, subió de nuevo al avión de John. No hubo explicaciones, ni grandes despedidas. Tal vez había entendido que ningún lugar, por más tranquilo que fuera, podía borrar lo que llevaba dentro. O quizás, simplemente, el viaje había sido otra de sus visiones, un sueño fugaz entre acordes distorsionados.

Lo único cierto es que, años más tarde, cuando Wish You Were Here sonaba en cada radio del mundo, nadie en Berisso supo que aquel melancólico tema guardaba, entre sus notas, el eco de un hombre que alguna vez buscó refugio entre sus calles.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

WP Radio
WP Radio
OFFLINE LIVE