En Berisso, donde el viento cortante del Río de la Plata arrastra ecos de viejas tragedias, hay secretos que el agua no devuelve. Los pescadores más viejos aún recuerdan el invierno de 1983, cuando algo emergió de las aguas turbias y cambió todo.

La Noche del Destello Verde

Todo comenzó con un rumor: un barco fantasma, sin luces, que aparecía y desaparecía cerca de la costa. No figuraba en los registros del puerto, y quienes lo veían decían que su silueta era demasiado antigua para ser real—maderas negras, velas rasgadas, como un navío colonial perdido en el tiempo.

Pero lo peor era el destello verde que a veces brillaba bajo su casco, como si algo enorme y luminoso lo siguiera desde las profundidades.

Los Ahogados que Regresan

Las primeras víctimas fueron pescadores. Sus redes aparecían vacías, pero manchadas de un limo viscoso y brillante, con un olor a podrido y salitre que no se iba ni con jabón. Luego, los cuerpos empezaron a aparecer en la orilla, cerca del Club de Pescadores.

No estaban hinchados por el agua, como deberían. Estaban secos, como momias, con la piel apergaminada y los ojos convertidos en cuencas negras. Lo más inquietante eran sus bocas—abiertas en un grito mudo, como si hubieran visto algo tan horrible que les robó hasta el último aliento.

La Mujer del Muelle Abandonado

En los muelles viejos, donde ya no llegan los barcos, los noctámbulos juran haber visto a una mujer de pelo largo y vestido blanco, siempre de espaldas, mirando hacia el río. Algunos dicen que es el espíritu de una inmigrante que perdió a su familia en el viaje desde Europa. Otros saben la verdad.

Porque cuando ella se gira, no tiene rostro—solo un vacío húmedo, como si algo hubiera succionado sus facciones. Y si te acercas demasiado, el viento trae su susurro:

“Ellos tienen hambre… y pronto bajarán por la costa.”

El Faro que Nunca Debió Encenderse

En Punta Lara, hay un faro abandonado. Nadie recuerda cuándo dejó de funcionar, pero en las noches sin luna, a veces se enciende solo, proyectando una luz verdosa que no alumbra, sino que atrae cosas hacia la orilla.

Los que han investigado desaparecen. Los pocos que regresan hablan de sonidos bajo la tierra—golpes, raspaduras, como si algo estuviera cavando túneles desde el lecho del río hacia la ciudad.

La Prohibición de los Viejo

Los abuelos de Berisso aún advierten: “Nunca recojas nada que el río devuelva.”

Porque a veces, entre la basura y los juncos, aparecen objetos que no pertenecen a este mundo—monedas con inscripciones imposibles, trozos de metal con símbolos que queman al tocarlos, o lo peor de todo: huesos tallados, como si alguien—o algo—los hubiera usado para escribir.

Y cuando la niebla espesa cubre la costa, hasta los perros callejeros se esconden, aullando en un miedo ancestral. Porque saben lo que viene.

¿Oyes el rumor del agua golpeando el muelle?
No mires hacia atrás. 🌊👁️


Berisso guarda sus secretos… pero el Río de la Plata siempre los devuelve.

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