Introducción: La dualidad británica en la política económica
Una de las paradojas más significativas, aunque menos discutidas, en la historia de las relaciones internacionales es la dicotomía entre la práctica económica real de Gran Bretaña y su discurso oficial a partir de su industrialización. Mientras el país se erigía como paladín del libre comercio —encarnado teóricamente en la obra de Adam Smith (1776) y en la retórica de sus defensores—, su desarrollo industrial se había cimentado, históricamente, en un férreo proteccionismo estatal y en una intervención gubernamental activa. Esta contradicción no fue un mero accidente histórico, sino una estrategia deliberada: una vez que Gran Bretaña alcanzó ventajas competitivas, promovió el libre mercado para impedir que otras naciones emularan sus políticas proteccionistas iniciales (Chang, 2002; Reinert, 2007).
1. Los orígenes medievales y Tudor del proteccionismo británico
La tradición proteccionista británica se remonta al siglo XIV, mucho antes de la Revolución Industrial. Como señala el texto original, Eduardo III (1327-1377) implementó medidas claramente mercantilistas al prohibir la importación de tejidos de lana para fomentar la manufactura local (Pirenne, 1936). Esta política fue reforzada en 1455 con la prohibición de tejidos de seda extranjeros, protegiendo así a los artesanos ingleses.
Sin embargo, fue bajo el reinado de Enrique VII (1485-1509) cuando el proteccionismo se consolidó como una política de Estado sistemática. Este monarca, siguiendo las ideas económicas de la época —más cercanas al mercantilismo que al liberalismo—, incentivó la producción nacional mediante aranceles, subsidios y la restricción de exportaciones de materias primas (como la lana en bruto), asegurando que su transformación ocurriera en suelo inglés (Williams, 1944).
2. Isabel I y la profundización del intervencionismo estatal
El reinado de Isabel I (1558-1603) marcó el cenit de esta estrategia. La reina no solo mantuvo las prohibiciones medievales, sino que las intensificó con medidas draconianas:
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Prohibición de exportar lana virgen (1578): Para asegurar que toda la lana británica fuera procesada localmente, eliminando así la competencia de los Países Bajos (un centro textil clave en la época).
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Sanciones extremas: Como la amputación de manos o incluso la pena de muerte para quienes violaran las restricciones (un claro ejemplo de cómo el Estado priorizaba el control económico sobre las libertades individuales).
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Diversificación industrial: Isabel I extendió el proteccionismo a sectores como la metalurgia, el azúcar, el cristal y el jabón, otorgando monopolios y subsidios para impulsar su desarrollo (Hobsbawm, 1968).
Además, su gobierno implementó políticas sociales intervencionistas, como salarios mínimos y leyes de protección campesina, que contrastan con la posterior narrativa británica de un Estado “no intervencionista” (Polanyi, 1944).
3. La hipocresía británica: Del proteccionismo al libre comercio
La paradoja histórica radica en que, una vez que Gran Bretaña alcanzó hegemonía industrial en el siglo XIX, abandonó el proteccionismo y abrazó el libre comercio (especialmente tras la derogación de las Corn Laws en 1846). Esta transición no fue ideológica, sino estratégica:
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“Kicking away the ladder” (patear la escalera): Como argumenta Ha-Joon Chang (2002), Gran Bretaña negó a otros países las mismas herramientas proteccionistas que ella había utilizado para desarrollarse, promoviendo el libre comercio como dogma universal.
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El caso de Adam Smith: Aunque “La riqueza de las naciones” (1776) criticaba el mercantilismo, Smith mismo reconocía que ciertas industrias requerían protección temporal (List, 1841). Sin embargo, sus ideas fueron instrumentalizadas para justificar un libre comercio asimétrico que beneficiaba a los británicos.
Conclusión: Lecciones para la historia económica
La historia británica demuestra que ninguna potencia industrial se ha desarrollado bajo un régimen de libre mercado puro. Como señala Marcelo Gullo, el éxito económico de Gran Bretaña se basó en un intervencionismo estatal temprano, seguido de una retórica liberal una vez consolidada su supremacía. Este patrón se repitió en EE.UU., Alemania y Japón durante sus procesos de industrialización (Reinert, 2007), desmontando el mito de que el libre comercio es la vía natural hacia el progreso.
Bibliografía citada
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Chang, H.-J. (2002). Kicking Away the Ladder: Development Strategy in Historical Perspective. Anthem Press.
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Hobsbawm, E. (1968). Industry and Empire: From 1750 to the Present Day. Pelican.
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List, F. (1841). The National System of Political Economy.
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Polanyi, K. (1944). The Great Transformation. Beacon Press.
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Reinert, E. S. (2007). How Rich Countries Got Rich… and Why Poor Countries Stay Poor. PublicAffairs.