El legado de Ramón Carrillo: 4 lecciones revolucionarias que la salud pública actual olvidó
Mirar al pasado no es un ejercicio de nostalgia, sino una necesidad. Es allí donde encontramos a Ramón Carrillo, un médico afrodescendiente y el mayor sanitarista de la historia de América Latina, no solo como una figura histórica, sino como un visionario cuyas ideas ofrecen respuestas profundas a los problemas de hoy. Este artículo explora las lecciones más impactantes y sorprendentemente modernas de su trabajo, demostrando por qué su pensamiento es más relevante que nunca.
La verdadera causa de la enfermedad no son los microbios, es la miseria
Carrillo desafió la medicina de su tiempo con una filosofía revolucionaria: las condiciones sociales son el principal motor de las enfermedades. Sostenía que la pobreza, la tristeza y el infortunio social eran causas mucho más significativas que los propios gérmes. Para él, era evidente que los pobres tenían mayores posibilidades de enfermarse debido a la mala alimentación, la vivienda inadecuada, la falta de educación y los trabajos precarios.
“Frente a las enfermedades que produce la miseria, frente a la tristeza y el infortunio social de los pueblos los microbios como causas de enfermedad son unas pobres causas.” — Ramón Carrillo
Esta idea fue radical porque desplazó el foco de la enfermedad del individuo al sistema social. Hoy, este enfoque es la base de lo que los especialistas llaman los “determinantes sociales de la salud”, un concepto fundamental que reconoce que la salud de una población está moldeada por el entorno en el que las personas nacen, crecen, viven y trabajan. Carrillo lo entendió hace más de 70 años.
No puede haber política sanitaria sin política social
Partiendo de su primera idea, Carrillo estableció un principio fundamental: la salud pública es inseparable de la política social y económica. Propuso que la medicina social debía centrarse en la economía política para poder mejorar de manera real la calidad y la expectativa de vida de la población. Su visión se basaba en la convicción de que todas las personas tienen el mismo derecho a la vida y a la salud.
“No puede existir política sanitaria sin política social.” — Ramón Carrillo
La implicancia de esta afirmación es profunda: resolver una crisis sanitaria no consiste únicamente en construir hospitales. Requiere que los gobiernos aborden las causas fundamentales de la desigualdad. Su pensamiento fue precursor de estrategias modernas como “Salud en Todas las Políticas”, que exigen que cada decisión gubernamental —en economía, vivienda o educación— considere su impacto en la salud pública. Fue esta convicción la que lo llevó a acciones concretas y transformadoras, como la creación y ejecución del primer plan sanitario de la nación.
La medicina moderna debe prevenir la enfermedad, no solo tratarla
Carrillo fue un pionero en la defensa de la medicina preventiva. Creía firmemente que el rol de la medicina y de los médicos debía expandirse más allá de la simple intervención curativa. El objetivo era enseñar a la gente a vivir de manera saludable para evitar que la enfermedad apareciera. Bajo su liderazgo como primer Ministro de Salud de Argentina, el Estado desarrolló y promovió la medicina preventiva, la medicina social y la atención maternoinfantil como pilares del nuevo sistema sanitario.
Esto no fue solo teoría; fue acción. En un paralelismo asombroso con la crisis actual, Carrillo enfrentó las enfermedades endémicas de las zonas más pobres del país, entre las cuales se encontraba el dengue. Este enfoque proactivo, que hoy es la piedra angular de los sistemas de salud pública más eficaces del mundo, demuestra su increíble capacidad de anticipación.
Enfrentar a los poderosos tiene un costo altísimo
La carrera y la vida de Ramón Carrillo tuvieron un final trágico. Fue removido de su puesto por una “opereta” montada por laboratorios farmacéuticos, cuyos intereses económicos se vieron perjudicados por la creación de una empresa pública de producción de medicamentos. Más tarde, la autodenominada “Revolución Libertadora” lo acusó de enriquecimiento ilícito, le incautó todos sus bienes y lo obligó a exiliarse. Murió en la pobreza en Brasil, en 1956.
Su destino es un crudo recordatorio de que las iniciativas de salud pública que priorizan el bienestar de las personas sobre el lucro a menudo se enfrentan a la oposición de poderosos intereses. La batalla de Carrillo es el arquetipo del conflicto entre la salud como derecho y la salud como mercancía, una tensión que sigue definiendo los debates de la política sanitaria global en el siglo XXI.
El legado central de Ramón Carrillo es la comprensión del vínculo indivisible entre la justicia social y la salud pública. Aunque su vida terminó en el exilio y la injusticia, la historia finalmente le dio la razón. En 1992, sus restos fueron repatriados y sepultados en su Santiago del Estero natal, en un acto de vindicación tardía. Su pensamiento, sin embargo, sigue vivo y nos interpela directamente.
Frente a los desafíos sanitarios de hoy, ¿estamos a la altura del legado de Ramón Carrillo, o hemos olvidado su lección más importante?