Cuando encendías un televisor antiguo sin sintonizar ningún canal, aparecía una pantalla llena de puntos blancos y negros moviéndose aleatoriamente, conocida como “nieve” o estática. Esta señal visual era acompañada de un sonido de fondo característico. La mayor parte de ese ruido es generado por fuentes locales, como la interferencia atmosférica, equipos eléctricos cercanos y el propio aparato. Sin embargo, una pequeña fracción —aproximadamente un 1%— proviene de un origen mucho más profundo y antiguo: la radiación cósmica de fondo (CMB), un remanente del Big Bang.
La CMB es una radiación que llena todo el universo y que fue emitida cuando este tenía unos 380.000 años de edad, momento en el que la temperatura descendió lo suficiente para que los electrones y protones se unieran formando átomos. Esto permitió que la luz, que antes era dispersada constantemente por la materia cargada, pudiera viajar libremente por el espacio. Esa misma luz, estirada por la expansión del universo, es la que aún hoy podemos detectar como microondas de fondo, un tenue resplandor que proviene de todas las direcciones del cielo.
Aunque el 1% de la estática en un televisor no parezca mucho, es profundamente simbólico: es una señal directa del origen del cosmos. Nos muestra que el universo primitivo dejó huellas que aún hoy podemos captar con dispositivos simples, sin necesidad de grandes telescopios. Es un recordatorio de que estamos inmersos en el universo, y que incluso las tecnologías más comunes pueden ser ventanas hacia su historia más lejana.