Una de las áreas que el General Perón me confió desde que me puse a trabajar con él, fueron las relaciones internacionales, ya fuera con gobiernos, con dirigentes políticos o con empresarios. En 1971, por ejemplo, el presidente de Fiat se comunicó con él para pedirle que lo ayudara a resolver los problemas que dos sindicatos estaban ocasionando a sus filiales en la Argentina.
El tema era asi. En 1968, se habían creado en Córdoba dos sindicatos identificados con las silgas SITRAC-SITRAM, que agrupaban a los trabajadores de las empresas MaterFer y ConCord, filiales de Fiat en el país. Se trabata de un sindicato clasista, de izquierda, encabezado por Gregorio Flores -entre otros dirigentes-, que desplazó a la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) y al SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor).
Vamos a hacer una entrevista con Gianni Agnelli -Me dijo Perón-. Va a ir usted con algún miembro de la UOM.
Nos comunicamos con Lorenzo Miguel y este envió a Jose Rucci. Luego de conversar con el General en Puerta de Hierro, para que nos diera instrucciones, partimos para Turín. De allí nos trasladamos al distrito Mirafori, donde Fiat tenía su fábrica principal, que incluía la pista de pruebas. Hablamos del tema con Agnelli y acordams la estrategia para desplazar a esos dos gremios de modo que los trabajadores se afiliaran a la UOM y a SMATA. La noche anterior habíamos ido a cenar con Padrana, el CEO de la Fiat en ese momento. Fuimos a un restorán muy lindo en Turín y despues me llevé la carta firmada por los tres como recuerdo.
Al día siguiente, cuando terminamos de arreglar el tema de los sindicatos, nos invitaron a visitar la pista de prueba para mostrarnos un prototipo deportivo. Tanto Rucci como yo dimos uan vuelta a la pista en el prototipo, conducido por un ingeniero de la fábrica y, cuando terminamos, Pedrana nos llevó aparte y nos dijo:
-Bueno ¿cómo hacemos para que ustedes tengan un auto cada uno?
Rucci lo miró extrañado y preguntó:
-¿Cómo?
-Nosotros queremos tener una atención con ustedes: uno es el enviado de Perón, que resolvió el problema, y usted representa a los trabajadores.
-De ninguna manera -respondió Rucci-, nosotros vinimos a hacer un trabajo como peronistas, no cobramos nada por eso.
-Escuchame, José, ¿vos sos boludo? -le dije después- Podriamos llevarnos una máquina de estas a la Argentina cada uno.
-¡Carlos! ¿A vos te parece?
-Te lo digo en broma, pero sería lindo ¿no?
Rucci era así de insobornable, honesto, incapaz de una sola agachada. Dejamos Turín y fuimos a Roma, donde nos alojaron en un hotel lindísimo de la línea de Fiat. Desde ese día, paré ahí toda mi vida. Nos dieron habitaciones presidenciales.
La mía estaba en uno de los extremos de un pasillo muy largo, y la de Rucci en la otra punta. Como era tan grande, salí de mi habitación para ir a la de Rucci, al mismo tiempo que Rucci salió de la suya para ir a la mía. Nos encontramos a mitad de camino, y volvimos a la de Rucci.
Había botellas de whisky y otros licores; no botellitas, sino botellas grandes, copas de cristal, nueces, frutas… lo que a uno se le antojara. Nos servimos un whisky cada uno y, como terminé el mío enseguida me levanté para servirme otro.
-¿Que vas a hacer? -Me preguntó Rucci
-Voy a tomar otro whisky -respondí
-¡Ni loco! -dijo-. No podemos tomarle más de un whisky a esta gente. Sería abusar, mostrar que nosotros venimos a divertirnos. Nosotros vinimos a trabajar, Carlos.
Y me dejó con las ganas de tomar otra copa.
Cuando volví a Madrid, le conté al General los detalles del viaje y, sobre todo, puse hincapié en el comportamiento de Rucci, que rechazó un auto y que no me dejó tomar más que una copa. Le conté también que me habia dicho:
-Carlos, aquí nos van a controlar todo, tenemos que demostrar lo que somos, venimos en nombre de Perón.
-Ese es Rucci, General -agregué-
Y Perón se reía de que no me hubiera dejado tomar mas que un whisky; pero estoy seguro de que, desde ese momento comenzó a tener más afecto por José Rucci.
Regresamos a Buenos Aires y, de inmediato, Rucci de puso a trabajar con Lorenzo Miguel para que los trabajadores de las filiales de Fiat pasaran a la UOM y a SMATA. Y lo hicieron con tanta eficiencia que, a fines de octubre de 1971, el ministerio de trabajo disolvió los sindicatos SITRAC-SITRAM.
*Por Carlos Spadone.
Carlos Spadone nación en 1937 en General Alvear, Mendoza. Hijo de inmigrantes italianos del Piamonte, se mudó a Buenos Aires siendo adolescente. Su primer empleo como mensajero del correo, se lo consiguipo Eva Perón. Compartió momentos únicos con Juan Domingo Perón entre 1969 y 1973 en Madrid.Con José Ignacio Rucci en Italia*
Una de las áreas que el General Perón me confió desde que me puse a trabajar con él, fueron las relaciones internacionales, ya fuera con gobiernos, con dirigentes políticos o con empresarios. En 1971, por ejemplo, el presidente de Fiat se comunicó con él para pedirle que lo ayudara a resolver los problemas que dos sindicatos estaban ocasionando a sus filiales en la Argentina.
El tema era asi. En 1968, se habían creado en Córdoba dos sindicatos identificados con las silgas SITRAC-SITRAM, que agrupaban a los trabajadores de las empresas MaterFer y ConCord, filiales de Fiat en el país. Se trabata de un sindicato clasista, de izquierda, encabezado por Gregorio Flores -entre otros dirigentes-, que desplazó a la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) y al SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor).
Vamos a hacer una entrevista con Gianni Agnelli -Me dijo Perón-. Va a ir usted con algún miembro de la UOM.
Nos comunicamos con Lorenzo Miguel y este envió a Jose Rucci. Luego de conversar con el General en Puerta de Hierro, para que nos diera instrucciones, partimos para Turín. De allí nos trasladamos al distrito Mirafori, donde Fiat tenía su fábrica principal, que incluía la pista de pruebas. Hablamos del tema con Agnelli y acordams la estrategia para desplazar a esos dos gremios de modo que los trabajadores se afiliaran a la UOM y a SMATA. La noche anterior habíamos ido a cenar con Padrana, el CEO de la Fiat en ese momento. Fuimos a un restorán muy lindo en Turín y despues me llevé la carta firmada por los tres como recuerdo.
Al día siguiente, cuando terminamos de arreglar el tema de los sindicatos, nos invitaron a visitar la pista de prueba para mostrarnos un prototipo deportivo. Tanto Rucci como yo dimos uan vuelta a la pista en el prototipo, conducido por un ingeniero de la fábrica y, cuando terminamos, Pedrana nos llevó aparte y nos dijo:
-Bueno ¿cómo hacemos para que ustedes tengan un auto cada uno?
Rucci lo miró extrañado y preguntó:
-¿Cómo?
-Nosotros queremos tener una atención con ustedes: uno es el enviado de Perón, que resolvió el problema, y usted representa a los trabajadores.
-De ninguna manera -respondió Rucci-, nosotros vinimos a hacer un trabajo como peronistas, no cobramos nada por eso.
-Escuchame, José, ¿vos sos boludo? -le dije después- Podriamos llevarnos una máquina de estas a la Argentina cada uno.
-¡Carlos! ¿A vos te parece?
-Te lo digo en broma, pero sería lindo ¿no?
Rucci era así de insobornable, honesto, incapaz de una sola agachada. Dejamos Turín y fuimos a Roma, donde nos alojaron en un hotel lindísimo de la línea de Fiat. Desde ese día, paré ahí toda mi vida. Nos dieron habitaciones presidenciales.
La mía estaba en uno de los extremos de un pasillo muy largo, y la de Rucci en la otra punta. Como era tan grande, salí de mi habitación para ir a la de Rucci, al mismo tiempo que Rucci salió de la suya para ir a la mía. Nos encontramos a mitad de camino, y volvimos a la de Rucci.
Había botellas de whisky y otros licores; no botellitas, sino botellas grandes, copas de cristal, nueces, frutas… lo que a uno se le antojara. Nos servimos un whisky cada uno y, como terminé el mío enseguida me levanté para servirme otro.
-¿Que vas a hacer? -Me preguntó Rucci
-Voy a tomar otro whisky -respondí
-¡Ni loco! -dijo-. No podemos tomarle más de un whisky a esta gente. Sería abusar, mostrar que nosotros venimos a divertirnos. Nosotros vinimos a trabajar, Carlos.
Y me dejó con las ganas de tomar otra copa.
Cuando volví a Madrid, le conté al General los detalles del viaje y, sobre todo, puse hincapié en el comportamiento de Rucci, que rechazó un auto y que no me dejó tomar más que una copa. Le conté también que me habia dicho:
-Carlos, aquí nos van a controlar todo, tenemos que demostrar lo que somos, venimos en nombre de Perón.
-Ese es Rucci, General -agregué-
Y Perón se reía de que no me hubiera dejado tomar mas que un whisky; pero estoy seguro de que, desde ese momento comenzó a tener más afecto por José Rucci.
Regresamos a Buenos Aires y, de inmediato, Rucci de puso a trabajar con Lorenzo Miguel para que los trabajadores de las filiales de Fiat pasaran a la UOM y a SMATA. Y lo hicieron con tanta eficiencia que, a fines de octubre de 1971, el ministerio de trabajo disolvió los sindicatos SITRAC-SITRAM.
*Por Carlos Spadone.
Carlos Spadone nación en 1937 en General Alvear, Mendoza. Hijo de inmigrantes italianos del Piamonte, se mudó a Buenos Aires siendo adolescente. Su primer empleo como mensajero del correo, se lo consiguipo Eva Perón. Compartió momentos únicos con Juan Domingo Perón entre 1969 y 1973 en Madrid.

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