A menudo, asociamos el daño con individuos psicópatas o “villanos” de película. Sin embargo, una verdad perturbadora es que un grupo mucho más numeroso y peligroso son las personas comunes y corrientes que, bajo ciertas condiciones, pueden transformarse en lo que llamamos “HDPs” (personas que causan daño intencionalmente).
El Experimento de la Prisión de Stanford es una prueba escalofriante de esto. En 1971, 24 estudiantes normales fueron asignados al azar como guardias o prisioneros en una cárcel simulada. En cuestión de días, los guardias se volvieron abusivos y sádicos, llegando a humillar y maltratar a los prisioneros, al punto de tener que cancelar el estudio anticipadamente. Esto demostró que, en un contexto determinado, casi cualquiera puede cruzar la línea y comportarse de manera cruel.
Existe una fórmula con tres ingredientes clave para liberar nuestro lado más oscuro:
- Presión de Grupo (Conformidad a la Norma): Las personas tienden a adaptar sus creencias y conductas para no desentonar con los demás. Un ambiente tóxico puede volver tóxicas a muchas personas. Experimentos como “La Tercera Ola” han mostrado cómo, en un sistema de disciplina extrema, los estudiantes no solo obedecían ciegamente, sino que incluso delataban a sus compañeros que no seguían las normas. El problema no son solo las “manzanas podridas”, sino los “contextos podridos” que nos transforman a todos.
- Tribalismo (“Nosotros vs. Ellos”): Esta tendencia a dividir el mundo en grupos propios y ajenos es lo que vemos en guerras, política o incluso deportes. Una vez que deshumanizamos al “otro” (por raza, sexo, religión, convicciones políticas o aficiones), todo es posible. La presencia de un “enemigo común” genera cohesión y homogeneidad dentro del propio grupo, justificando a menudo la miseria de quienes coinciden con nuestra mirada.
- Justificación Moral (El Mal Disfrazado de Justicia): Este es el ingrediente más peligroso. El mal rara vez se presenta como tal; casi siempre viene disfrazado de justicia, necesidad o un bien mayor. La mayor parte del sufrimiento en el mundo no proviene de personas que se saben malvadas, sino de personas que se comportan de forma malvada porque creen estar haciendo lo correcto. Las ideologías pueden hacer que actos atroces parezcan justificables en nombre de un fin superior, como en el caso de Luigi Mangione, quien asesinó al CEO de una empresa de salud, y fue visto por miles como un símbolo de una lucha justa. Cuando el “blanco” es el villano de la historia, la violencia puede percibirse como justicia.
El Vaso Medio Lleno: La Bondad También es Contagiosa
A pesar de nuestro potencial para el daño, la mayoría de las personas vivimos sin ser violentos. Esto se debe a que, así como hay fuerzas que nos empujan a la crueldad, también hay fuerzas que nos impulsan a la empatía, la cooperación y la justicia. La historia demuestra que la humanidad ha progresado moralmente, reduciendo prácticas aberrantes como la esclavitud o la tortura.
Estudios han mostrado que la conformidad a la norma también puede funcionar en sentido opuesto: si estamos rodeados de personas que hacen el bien, es más probable que nosotros también lo hagamos. Los actos de bondad generan un “efecto cadena”. Y en situaciones donde la violencia escala, basta con que una sola persona se atreva a decir “no” para que otros encuentren el valor de hacer lo mismo; la resistencia también es contagiosa.
¿Cómo Evitar Convertirte en un “HDP”?
La diferencia entre pensar en hacer daño y realmente hacerlo se llama control inhibitorio, y como un músculo, se puede entrenar. La verdadera fortaleza radica en reconocer nuestra propia “sombra” y elegir activamente controlarla. La historia de Nelson Mandela es un ejemplo poderoso: de liderar una organización guerrillera a ser el arquitecto de la paz, aprendió que la violencia solo generaría más violencia y eligió la reconciliación.
Para trabajar nuestro control inhibitorio, se sugieren tres reglas esenciales:
- Mantén tu Pensamiento Crítico y tu Independencia: No dejes que te manipulen o que tu ideología se convierta en tu identidad. Las malas conductas son malas, sin importar quién las cometa. Los medios importan tanto como el fin.
- Cuestiona tus Certezas más Firmes: El fanatismo que nace de la certeza es destructivo. Permítete encontrar algo bueno en quienes piensan diferente y reconocer defectos en tus propias posturas. La duda es la base del diálogo y la evolución.
- Practica la Empatía Activa: No necesitas amar a todo el mundo, pero sí recordar que incluso quienes te caen mal son tan humanos como tú. La mayoría de las personas creen estar actuando por un bien mayor, incluso cuando sus ideas son opuestas a las tuyas.
En resumen, el peligro real no viene de “monstruos”, sino de personas ordinarias. La clave para no convertirnos en ellas no es negar nuestra “sombra interior”, sino aprender a controlarla. No es necesario sentir afecto por alguien para respetar su derecho a no ser dañado; nuestro respeto por los derechos de los demás puede ser universal.
Si te encuentras con “HDPs” en tu vida diaria, recuerda dos consejos:
- Aferrarse al odio es como tomar veneno y esperar que el otro muera.
- El olvido es la única venganza y el único perdón.
Así que, la próxima vez que te cruces con alguien que te saque de quicio, recuerda no convertirte tú en uno para enfrentarlo, y si puedes, olvídalo.
¿Cómo influyen los factores sociales y psicológicos en la propensión humana a la crueldad?
Los factores sociales y psicológicos influyen significativamente en la propensión humana a la crueldad, hasta el punto de que personas comunes y corrientes pueden convertirse en individuos que causan daño intencionalmente (“HDPs”) bajo ciertas condiciones
La psicología del mal cotidiano revela que, además de los psicópatas (individuos sin empatía, los villanos típicos), existe un grupo mucho más numeroso y peligroso: la gente normal que, dadas las circunstancias, puede volverse abusiva y despiadada
El experimento de la prisión de Stanford es un claro ejemplo de esto. En 1971, 24 estudiantes universitarios con buen historial y salud mental estable fueron seleccionados para un estudio en el que se les asignó roles de guardias o prisioneros en una cárcel simulada. En solo un par de días, los guardias se volvieron crueles y sádicos, ejerciendo humillaciones, privación de sueño y maltratos, lo que llevó a la cancelación anticipada del experimento
. Esto demostró que, bajo ciertas condiciones, casi cualquiera puede cruzar la línea y transformarse en un “HDP”
Existe una “fórmula” con tres ingredientes clave que pueden liberar nuestro lado más oscuro:
- Presión de Grupo (Conformidad a la Norma): Las personas tienden a adaptar sus creencias y conductas para no desentonar con los demás
. Este fenómeno es sutil, pero un ambiente tóxico puede volver tóxicas a muchas personas. El experimento “La Tercera Ola” ilustra cómo, en un sistema de disciplina extrema, los estudiantes no solo obedecían ciegamente, sino que también delataban a sus compañeros y excluían a quienes no participaban, reproduciendo los mecanismos de regímenes totalitarios. Como dijo Zimbardo, el problema no son solo las “manzanas podridas” sino los “contextos podridos” que nos transforman a todos
- Tribalismo (“Nosotros vs. Ellos”): Esta es la tendencia a dividir el mundo en grupos propios y ajenos
. Una vez que se deshumaniza al “otro” (ya sea por raza, sexo, religión, convicciones políticas o aficiones deportivas), “todo es posible”. La unión ante un “enemigo común” genera cohesión y homogeneidad dentro del propio grupo, incluso olvidando diferencias internas, y a menudo lleva a justificar las miserias de quienes coinciden con nuestra mirada
- Justificación Moral (El Mal Disfrazado de Justicia): Este es el ingrediente más peligroso. El mal rara vez se presenta como tal; casi siempre viene disfrazado de justicia, necesidad o un bien mayor
. Cuando las personas creen estar haciendo lo correcto, los límites para el daño que pueden causar se borran. Gran parte del sufrimiento en el mundo proviene de personas que se comportan de manera malvada porque creen estar haciendo lo correcto. Las ideologías pueden hacer que actos atroces parezcan justificables en nombre de un fin superior, como en el caso de Luigi Mangione, quien asesinó al CEO de una empresa de salud y fue visto por miles como símbolo de una lucha justa, demostrando que si el blanco es el villano, la violencia puede percibirse como justicia
A pesar de este potencial para la crueldad, la mayoría de las personas vivimos sin ser violentos, lo que sugiere que también existen fuerzas que nos impulsan a la empatía, la cooperación y la justicia
. La bondad también es contagiosa. Estudios han demostrado que la conformidad a la norma puede funcionar en sentido opuesto: si estamos rodeados de personas que hacen el bien, es más probable que nosotros también lo hagamos, generando un “efecto cadena” de actos de generosidad. En situaciones de escalada de violencia, basta con que una sola persona se atreva a decir “no” para que otros encuentren el valor de hacer lo mismo; la resistencia también es contagiosa
La diferencia entre pensar en hacer daño y realmente hacerlo se llama control inhibitorio, y puede entrenarse como un músculo
. La verdadera fortaleza radica en reconocer nuestra “sombra” interior y elegir activamente controlarla. La historia de Nelson Mandela, quien pasó de liderar una organización guerrillera a ser un emblema de la paz y la reconciliación tras comprender que la violencia solo generaría más violencia, es un ejemplo de este control
Para fortalecer el control inhibitorio y evitar convertirse en un “HDP”, se sugieren tres reglas esenciales
- Mantener el pensamiento crítico y la independencia: No permitir que la ideología se convierta en identidad, reconociendo que las malas conductas son malas sin importar quién las cometa
- Cuestionar las certezas más firmes: Permitir encontrar algo bueno en quienes piensan distinto y reconocer defectos en las propias posturas, ya que la duda es la base del diálogo y la evolución, y el fanatismo nacido de la certeza es destructivo
- Practicar la empatía activa: Recordar que incluso quienes nos caen mal son tan humanos como nosotros y que la mayoría de las personas creen actuar por un bien mayor, incluso con ideas opuestas
En última instancia, como señaló Primo Levi, los “monstruos” son pocos; los realmente peligrosos son las personas ordinarias
. La clave para no convertirse en ellas no es negar nuestra “sombra interior”, sino aprender a controlarla, y reconocer el derecho de los demás a no ser dañados, incluso sin sentir afecto por ellos
¿Cuáles son las tres reglas esenciales?
Para trabajar nuestro control inhibitorio y evitar convertirte en un “HDP”, se sugieren tres reglas esenciales
- 1. Mantené tu pensamiento crítico y tu independencia
: Es crucial no dejar que te manipulen o que tu ideología se convierta en tu identidad. Las malas conductas son malas, sin importar quién las cometa, y los medios importan tanto como el fin
- 2. Cuestioná tus certezas más firmes
: Las personas más peligrosas son las que están absolutamente convencidas de tener razón. El fanatismo que nace de la certeza es destructivo. Permítete encontrar algo bueno en quienes piensan diferente y reconocer los defectos en tus propias posturas, ya que la duda es la base del diálogo y la evolución
- 3. Practicá la empatía activa
: No es necesario amar a todo el mundo, pero sí recordar que incluso quienes te caen mal son tan humanos como tú. La mayoría de las personas creen estar actuando por un bien mayor, incluso cuando sus ideas son opuestas a las tuyas