Alice Cooper revela una increíble anécdota: cuando Pink Floyd se quedó en su casa y la telepatía de Syd Barrett
En los albores de sus carreras, dos íconos del rock que definirían géneros, Alice Cooper y Pink Floyd, tuvieron un cruce de caminos tan surrealista como revelador. Cooper ha compartido en diversas entrevistas, incluida una con Classic Rock, los vívidos recuerdos de cuando la banda británica, en plena crisis por el deterioro de su líder Syd Barrett, se convirtió en su inesperado huésped en Los Ángeles a finales de los años 60.
Un encuentro entre pioneros del rock psicodélico
Corría el año 1968. Pink Floyd, con su formación original (Syd Barrett, Roger Waters, Richard Wright y Nick Mason), realizaba su primera gira en Estados Unidos para promocionar su álbum debut, The Piper at the Gates of Dawn. Por otro lado, Alice Cooper y su banda (aún sin alcanzar la fama y a dos años de lanzar Pretties for You) seguían de cerca los pasos del grupo inglés, a quienes admiraban profundamente por haber logrado lo que ellos anhelaban: publicar un disco.
“No mucha gente había oído hablar de ellos, pero nosotros sabíamos todo sobre ellos”, confessó Cooper. “Eran muy importantes para nosotros porque ellos habían publicado un disco, y nosotros no”.
Huéspedes sin dinero y un genio en crisis
La situación financiera de Pink Floyd era tan precaria que, tras agotar sus fondos en la ciudad de Los Ángeles, terminaron buscando refugio en la misma casa donde vivía la banda de Alice Cooper. Fue en este contexto de camaradería forzada donde Cooper y sus compañeros fueron testigos de primera mano del alarmante estado de Syd Barrett.
“Syd Barrett era un tipo muy peculiar”, relata Alice. “Me levantaba por la mañana, iba a la cocina y Syd estaba sentado con una caja de palomitas de maíz frente a él, viéndola como si estuviera viendo la televisión”. La escena era tan desconcertante que todos susurraban: “¿Cómo puede alguien drogarse tanto?”.
Cooper aclaró más tarde que el problema iba más allá de las drogas: “No nos enteramos hasta más tarde de que estaba medio drogado, medio loco. Es una combinación pésima”.
Telepatía y silencio
Glen Buxton, el fallecido guitarrista de la banda de Cooper, vivió una experiencia aún más inquietante. Buxton notó que Barrett, quien casi nunca hablaba, parecía comunicarse mediante telepatía. “Estábamos cenando y, de repente, yo cogía el azúcar y se lo pasaba, y él movía la cabeza como diciendo: ‘Sí, gracias'”, recordaba. “Era como si le oyera decir: ‘Pásame el azúcar'”. Para Buxton, era la primera vez que conocía a alguien que pudiera hacer eso “libremente y constantemente”.
Este comportamiento errático ya había sido evidente en la actuación de Floyd en American Bandstand, donde Barrett se mantuvo prácticamente inmóvil y desafinó su guitarra por completo, generando “un ruido espantoso”, según el tecladista Richard Wright.
Los brownies que consiguieron un contrato
Irónicamente, las travesuras relacionadas con las drogas de Floyd tuvieron un final positivo para Alice Cooper. Cuando su banda tuvo una audición crucial en el famoso club Gazzarri’s en Sunset Strip, Pink Floyd decidió acompañarlos y llevó unos “brownies, llenos de marihuana, por supuesto”.
A mitad del show, los brownies hicieron efecto. “De repente, puum…me puse… oooooh… eh… El mundo se fue a otro lado. Me caí del escenario como tres veces”, confesó Cooper. Contra todo pronóstico, la actuación, potenciada por el subidón psicodélico, impresionó a los dueños del local. “¡Va, los contratamos!”, les dijeron. Ese show fue un paso crucial para el despegue de la carrera de Alice Cooper.
El final de una era
La etapa de Barrett en Pink Floyd llegó a su fin poco después. Fue reemplazado por David Gilmour en 1968 y se retiró de la vida pública tras una breve carrera en solitario, falleciendo en 2006. Mientras tanto, ambas bandas, cada una a su manera, se encaminaron hacia el estrellato mundial, forever linked por unos extraños días en una casa de Los Ángeles donde la realidad y la psicodelia se difuminaron sin return.