La Música que Damos por Hecha
La música nos rodea. Está en nuestros auriculares, en las celebraciones, en el cine y en los rincones más íntimos de nuestra memoria. Es tan omnipresente que damos por sentada su existencia, como si las melodías y las armonías hubieran existido siempre tal y como las conocemos. Pero hay una idea que puede cambiarlo todo: la música que amamos, desde las sinfonías clásicas hasta los éxitos pop, simplemente no existiría sin una invención crucial que nos permitió registrarla. De hecho, “si eso no hubiera pasado ninguna de las canciones que tú conoces existiría porque la música del mundo sería otra”. Acompáñanos a desvelar los secretos e historias más sorprendentes detrás de los nombres que todos conocemos: Do, Re, Mi.
2.0 Cuatro Revelaciones Sobre las Notas Musicales que Te Sorprenderán
Las notas musicales no aparecieron de la nada. No fueron un descubrimiento, sino una invención, el resultado de problemas prácticos y soluciones ingeniosas que transformaron la historia para siempre. Aquí te contamos cuatro revelaciones clave sobre sus orígenes.
2.1. El Origen Fue un Problema de Memoria Monumental: ¡Había que Aprender 85 Horas de Música!
El verdadero catalizador para la invención de la notación musical fue un problema práctico y masivo: los monjes medievales debían memorizar de forma exacta los cantos gregorianos para las misas. La magnitud de esta tarea era colosal. El repertorio completo equivalía a unas 85 horas de música continua.
Para entender la escala de este desafío, basta con imaginar la siguiente escena:
hay que imaginarse que uno empieza a cantar el lunes en la mañana y sigues cantando sin parar de memoria letra y música hasta el jueves en la tarde
Esta necesidad imperiosa, impulsada por la preocupación de que no había garantía de que “a ninguno le iba a fallar la memoria” con el paso de los años, fue el motor que impulsó una de las mayores innovaciones en la historia de la música. Se necesitaba un sistema para que las melodías no se perdieran ni se alteraran.
2.2. El Genio que nos Permitió “Leer” Melodías por Primera Vez
La figura clave que resolvió este problema fue Guido D’Arezzo, un monje y profesor de música italiano que vivió alrededor del año 1000. Antes de él, los métodos para apuntar la música eran imprecisos. Primero existió “una serie de garabatos” que solo ayudaban a recordar una melodía que ya se conocía. Más tarde, se introdujo una única línea roja de referencia para un tono específico, pero no era un sistema lo “suficientemente preciso”.
La innovación revolucionaria de Guido D’Arezzo fue crear un sistema de cuatro líneas donde a “cada línea y a cada espacio que había entre ellas” se le asignaba un sonido distinto. El impacto de su invento fue transformador y marcó un antes y un después en la historia.
sus alumnos fueron los primeros en la historia que pudieron cantar una melodía que nunca antes habían escuchado simplemente viendo unos dibujitos en el papel.
En esencia, Guido D’Arezzo transformó la escritura musical de un simple recordatorio a un lenguaje universal, convirtiendo las melodías en información que podía ser leída y replicada con precisión en cualquier lugar y por cualquier persona.
2.3. El Secreto de los Nombres está en una Antigua Canción
Una vez resuelto el problema de la altura de los sonidos, surgió otro: ¿cómo llamar a cada nota para diferenciarla sin tener que decir “lalalala” todo el tiempo? La solución de Guido D’Arezzo fue, de nuevo, un golpe de genialidad. Utilizó la letra de un himno en latín dedicado a San Juan Bautista en el que cada frase comenzaba en una nota distinta y ascendente de la escala.
Tomó la primera sílaba de cada una de las seis primeras frases para dar nombre a las notas originales:
• Ut queant laxis
• Resonare fibris
• Mira gestorum
• Famuli tuorum
• Solve polluti
• Labii reatum
Este método, que consistía en asignar sílabas cantables a las notas de la escala, se llamó “solemnización”, y es lo que hoy conocemos universalmente como solfeo.
2.4. La Escala No Siempre Fue Así: El Curioso Caso de “Do” y la Aparición de “Si”
La escala de siete notas que aprendemos hoy no es exactamente la que Guido D’Arezzo creó. Su sistema original tenía solo seis. Con el tiempo, se realizaron dos cambios fundamentales.
Primero, la nota Si no existía. Se añadió más tarde para completar la escala, pero respetando el método original de Guido. Para ello, se tomaron las iniciales de las dos últimas palabras de la canción, “Sanctus Ioanes”, para crear la séptima nota: “Si”.
Segundo, la nota inicial “Ut” fue reemplazada. En 1640, un teórico musical italiano llamado Giovanni Battista Doni propuso cambiarla por “Do”. La razón era puramente práctica: Doni consideró que la sílaba “Ut”, al terminar en una consonante, “no servía para cantar”. Propuso “Do” como una alternativa más sonora y abierta. Lo más curioso y memorable es que, por casualidad, la nueva sílaba “Do” era también la primera del apellido de Doni.
3.0 Conclusión: La Próxima Vez que Escuches una Canción…
Detrás de algo tan simple y cotidiano como las notas musicales que componen nuestras canciones favoritas, se esconde una fascinante historia de problemas monumentales, necesidades prácticas y soluciones ingeniosas que abarcan siglos. Desde un monje medieval que necesitaba enseñar 85 horas de música, hasta un teórico del siglo XVII que buscaba una sílaba más fácil de cantar, cada nota es un testimonio de la innovación humana.
La próxima vez que escuches una melodía, recuerda que no estás oyendo algo que siempre existió, sino el resultado de un largo viaje. Y pregúntate: ¿Qué otras cosas que damos por sentadas en nuestro día a día esconden una historia de invención tan fascinante como la de las notas musicales?