Cada 12 de octubre resurge con fuerza la narrativa del “oro robado por España”, un relato persistente que ha marcado la identidad de Hispanoamérica. Sin embargo, la historia real de la riqueza del continente es mucho más compleja, sorprendente y contraintuitiva de lo que comúnmente se cree. Lejos de un simple saqueo, los hechos revelan una trama de inversión, desarrollo y una posterior sangría económica que no provino de la Corona española, sino de quienes prometieron liberarla. A continuación, exploraremos cuatro revelaciones clave que desafían esta versión de la historia.
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1. El “oro robado” está a la vista: se invirtió en construir América
La idea de que la riqueza de América fue empaquetada y enviada masivamente a Europa es un mito. La mayor parte de los metales preciosos extraídos durante el Virreinato, principalmente plata en forma de reales de a ocho, no se fue, sino que se reinvirtió localmente para construir una civilización completa. La magnitud de esta inversión fue monumental y sus frutos aún son visibles:
Se fundaron cerca de 700 ciudades tan solo en el primer siglo.
Se crearon 32 universidades, en un momento en que España apenas contaba con cinco o siete. A diferencia de las pocas y tardías universidades inglesas en Norteamérica, estas estaban abiertas para hispanos e indígenas, e incluso impartían cátedras en lenguas nativas como el quechua, el náhuatl o el aimara.
Se construyeron más de 1000 hospitales, como el Hospital de Jesús, fundado por Hernán Cortés en México sobre un lugar donde se realizaban sacrificios humanos y que sigue operativo 500 años después.
Se edificaron obras de infraestructura masivas, como el Acueducto del Padre Tembleque, una proeza de ingeniería de 54 km, tres veces más grande que el famoso acueducto de Segovia.
Estos hechos transforman la narrativa de “saqueo” en una de desarrollo e inversión. La riqueza se usaba para crear lo que se consideraba “otra España allende el Mar Océano”, un territorio que no era una colonia de extracción, sino una extensión del propio reino.
“[El] oro robado está en las ciudades fundadas por los españoles, las catedrales, universidades, escuelas, hospitales, caminos, caballos, vacas, ovejas, gallinas, trigo, cebada, avena, hierro.”
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2. El verdadero saqueo comenzó con la Independencia y los banqueros ingleses
Si la riqueza virreinal se invirtió en construir América, la pregunta inevitable es: ¿a dónde se fue? La respuesta es el verdadero giro de la historia: el gran saqueo no ocurrió durante tres siglos de imperio, sino que comenzó precisamente el día en que este terminó. La verdadera sangría económica de Hispanoamérica ocurrió después de las independencias. Los nuevos líderes revolucionarios, como Simón Bolívar en la Gran Colombia y Bernardino Rivadavia en Argentina, contrajeron empréstitos masivos con banqueros ingleses, destacando el tristemente célebre y vergonzoso empréstito con la Baring Brothers.
Estas deudas, que iniciaron un ciclo de dependencia económica que perdura hasta hoy, tenían dos características cruciales:
1. Fueron un requisito explícito del Reino Unido para otorgar el reconocimiento diplomático a las nuevas naciones.
2. El dinero nunca se utilizó para las obras públicas prometidas. En casos como el de la Baring Brothers, el dinero se quedó en comisiones e intereses pagados por adelantado, enriqueciendo únicamente a los prestamistas y a las élites criollas que gestionaron el acuerdo. Así comenzó un “pacto neocolonial” que sometería al continente por más de un siglo.
La historia es clara: la riqueza que durante siglos se había invertido en América fue el botín de una entrega de soberanía a intereses extranjeros, orquestada por los mismos que prometían la libertad.
“El oro […] se lo llevaron los banqueros ingleses con la connivencia de los revolucionarios americanos.”
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3. El modelo español no fue perfecto, pero sí radicalmente distinto al inglés
Generalizar sobre el “colonialismo europeo” es un error que ignora las profundas diferencias entre los modelos de colonización. Un análisis comparativo basado en los hechos revela dos visiones del mundo completamente opuestas.
Educación:
    ◦ España: Fundó 32 universidades para hispanos e indígenas, con cátedras en lenguas nativas. La primera imprenta llegó a México en 1539, donde se imprimieron gramáticas en náhuatl, quechua o guaraní.
    ◦ Inglaterra: La Universidad de Harvard apareció más de un siglo después, era solo para ingleses (un “Siux o Comanche” no podía entrar) y las instituciones coloniales eran “muy poquitas y muy pobres”. La imprenta llegó a Boston 99 años más tarde que a México.
Infraestructura:
    ◦ España: Fundó ciudades monumentales como Quito, Lima o México, muchas de ellas hoy declaradas patrimonio de la humanidad.
    ◦ Inglaterra: Creó principalmente “factorías costeras” para la extracción de recursos. Sus asentamientos coloniales han sido descritos como simples “chozas”.
Integración y Leyes:
    ◦ España: Promulgó leyes para proteger a los nativos (Leyes de Burgos en 1512, Controversia de Valladolid en 1551) y legalizó el matrimonio interracial con “entera libertad” en 1514.
    ◦ Inglaterra/EE. UU.: En pleno siglo XX, algunos estados de Estados Unidos todavía castigaban y obligaban a disolver matrimonios interraciales.
Este contraste revela dos filosofías opuestas: una que, con todos sus defectos, reinvertía la riqueza en crear una nueva sociedad, y otra que veía el territorio meramente como una factoría de la cual extraer valor.
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4. La Independencia fue un “salto al abismo” que empobreció al continente
Lejos de la narrativa heroica tradicional, la independencia es descrita como un “salto al vacío de la identidad americana”. En lugar de traer prosperidad, condujo a la “balcanización” del continente: la división de un territorio vasto y rico en un mosaico de países más pequeños, débiles y rivales entre sí. Esta fragmentación fue una entrega total de la soberanía económica, sustentada hasta entonces en una moneda fuerte como el real de a ocho, que dominaba el comercio mundial e incluso era de uso corriente en China.
Esta perspectiva es compartida por historiadores como el peruano Heraclio Bonilla, quien afirmó que la independencia fue un “día de luto para los pueblos indígenas”. La protección que les brindaba la Corona, aunque imperfecta, desapareció con las nuevas repúblicas, que a menudo actuaron directamente en su contra.
Esta visión dinamita el pedestal de los “Libertadores”, sugiriendo que la emancipación no fue para el pueblo, sino para una élite criolla ansiosa por negociar con nuevas potencias extranjeras, en detrimento de la población general.
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Conclusión
El relato del “oro robado” es una simplificación que, si bien sirve a ciertos discursos políticos, oculta una verdad histórica mucho más profunda: la principal causa de la dependencia económica y el subdesarrollo de Hispanoamérica no se encuentra en el Virreinato, sino en la deuda y la entrega de soberanía que comenzaron con la Independencia. Esta perspectiva nos obliga a dejar de llorar sobre la leche derramada y a reformular la pregunta sobre nuestra propia responsabilidad.
Si hoy la extracción de minerales por parte de compañías extranjeras es hasta 100 veces mayor que todo lo que España extrajo en tres siglos, pero esa riqueza no se traduce en un desarrollo equivalente para nuestros pueblos, mientras nuestros líderes dependen de la banca Morgan o de agendas globalistas, ¿dónde está la verdadera responsabilidad de nuestro presente y nuestro futuro?

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