La memoria colectiva de Berisso evoca una “época de oro” industrial, un tiempo de progreso imparable impulsado por los gigantescos frigoríficos Swift y Armour. Esta era dorada atrajo a miles de trabajadores y transformó la ciudad en un motor económico cuyo destino parecía estar atado al de la nación. Sin embargo, bajo la superficie de este progreso industrial yacía una realidad más compleja y conflictiva, una historia cuyo guion fue escrito por capitales extranjeros en salones de juntas lejanos. Detrás de la fachada de prosperidad se esconden relatos de explotación, un auge alimentado por guerras mundiales y el nacimiento inesperado de uno de los movimientos políticos más influyentes de Argentina.
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1. El Secreto de la Eficiencia Absoluta: “Aquí no se desperdiciaba nada”
El frigorífico Swift, un coloso que se extendía por 18 hectáreas con más de 150 sectores de trabajo, operaba bajo una filosofía de aprovechamiento integral. La eficiencia era la máxima ley, un sistema tan optimizado que casi rayaba en lo surrealista. Nada se desperdiciaba; cada parte del animal tenía un propósito industrial, como lo resume una frase que se hizo célebre entre sus trabajadores:
[Aquí] todo se aprovechaba… de las vacas… hasta el mugido para el sonido de las películas era utilizado. Se usaba todo, hasta los pelos de las orejas se convertían en pincel.
Esta obsesión por la eficiencia total, que transformaba hasta el más mínimo recurso en un producto, contrastaba de manera brutal con el trato que recibían los seres humanos que hacían funcionar esta maquinaria. Este brutal contraste entre la perfección mecánica y la degradación humana no fue un accidente; fue la característica definitoria de la vida diaria dentro de los muros de la fábrica.
2. La Cara Oscura del Oro: Explotación y Condiciones Indignas
A pesar de las enormes ganancias de las empresas, las condiciones laborales en los frigoríficos eran deplorables. Quienes trabajaron allí prefieren no recordar la “situación insalubre e indigna” a la que eran sometidos. La jornada laboral estaba definida por “controles estrictos”, se trabajaba “sin horarios”, en un ambiente de “poca higiene” y por “bajos salarios”.
Este sistema no distinguía entre géneros ni edades: el “maltrato a hombres, mujeres y menores de edad” era una constante, y todos debían responder al mismo ritmo de producción extenuante. La gravedad de la situación quedó documentada incluso en el cine: una película filmada dentro del Swift en 1958 retrató fielmente “el acoso laboral en la mujer y el autoritarismo de los jefes”.
3. Un Auge Impulsado por las Guerras Mundiales
El crecimiento exponencial de la industria frigorífica de Berisso no puede entenderse sin los grandes conflictos bélicos del siglo XX. Las empresas, de capitales extranjeros —sudafricanos en el caso del Swift, que originalmente se llamó “La Plata Colectora Sociedad Anónima” antes de ser adquirido en 1907, y norteamericanos en el Armour—, obtuvieron “ganancias extraordinarias” durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. La carne enlatada producida en Berisso se convirtió en un suministro vital para los ejércitos en combate, convirtiendo la tragedia global en una oportunidad de negocio sin precedentes para sus dueños.
4. La Cuna Inesperada de un Movimiento Político
El modelo hiper-eficiente y explotador fue el catalizador directo de una erupción política. Las condiciones de maltrato y las constantes luchas por los derechos del trabajador convirtieron a Berisso en un polvorín social y, finalmente, en un punto neurálgico de la historia política argentina. El descontento acumulado durante décadas fue la reacción humana inevitable contra un sistema que trataba a las personas como componentes desechables. Este estallido culminó en las “multitudinarias marchas obreras” que partieron desde la ciudad para conquistar la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945. Este evento fundacional determinó que la emblemática Calle Nueva York de Berisso sea considerada, hasta hoy, el “kilómetro cero del peronismo”.
5. El Fin de una Era: Una Decisión de Negocios, No un Colapso
La “época de oro” no terminó por un colapso inevitable o una crisis productiva. Aunque la producción comenzó a estancarse a fines de los años 50 y el frigorífico Armour cerró en 1969, el golpe final para el Swift en 1983 fue resultado de un frío cálculo empresarial. La planta no quebró; simplemente, a la empresa “le fue más conveniente inaugurar un establecimiento en rosario que restaurar y mantener este”. La misma lógica desapegada del capital extranjero, que vio una oportunidad en las guerras mundiales, no sintió lealtad alguna hacia la comunidad cuando una opción más rentable apareció en otro lugar. Este final desmitifica la leyenda y revela la fría lógica que siempre rigió el destino de la ciudad.
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Conclusión
La herencia de los frigoríficos de Berisso es una compleja amalgama de progreso industrial y explotación humana, de riqueza monumental construida sobre el sacrificio de miles. Más allá de las ruinas de sus edificios, su legado más profundo fue político, transformando la lucha obrera en un movimiento que cambió la historia del país. En última instancia, la historia de los frigoríficos de Berisso es una lección sobre la naturaleza del capital industrial del siglo XX: una fuerza capaz de construir ciudades y forjar identidades, pero que se reserva el derecho de abandonarlas cuando el balance dicta un nuevo rumbo. ¿Qué historias de sacrificio y lucha se esconden detrás de las grandes épocas de progreso que recordamos hoy?

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