Luego de un tiempo de no sentarme a escribir una nueva curaduría, por fin me decidí. Y no es que no tuviera discos sobre los que quería escribir, sino que sucesos personales me mantuvieron alejado de estos asuntos.
Pues bien: antes de adentrarme en el maá que misterioso álbum que hoy me ocupa, tengo que viajar unos cuantos años en el pasado porque ese momento fue un punto de inflexión en mi pasión por la música.
Año 1988. Yo estaba de novio con una chica con la que compartía el gusto por Los Beatles, tanto como grupo, como cada uno con su carrera solista. Por lo tanto, cada vez que nos juntábamos escuchábamos Beatles, solistas, solistas, Beatles, y no salíamos de ese circuito.
Un día, Daniel, su hermano, que tenía 10 años más que nosotros, me dice “Carlos, ¿Por qué no escuchás otra cosa? Te voy a prestar unos discos para que te los lleves a ver que te parecen”. Entonces vuelve con varios discos debajo del brazo: Brain salad surgery, y Tarkus de Emerson, Lake & Palmer, Ilusiones en un agujero doble y Spartacus, de Triumvirat, y un disco que solo decía “Genius” en su tapa, con una tapa muy extraña en la que había 5 fotos antiguas de hombres en otros tantos óvalos. No había señales ni otros datos de quienes formaban parte del grupo, solo los instrumentos utilizados en la grabación.
Me los lleve, los escuche, y para mí fue la apertura de un mundo nuevo. Nunca había escuchado música como esa. Ese fue el momento en el que nació el enfermo por la música y los discos que hoy muchos de ustedes conocen. Ese fue el primer paso.
Si bien no entendí mucho de que se trataba, comencé a buscar y comprar cada uno de esos discos. Ninguno me costó demasiado, ni en plata ni tiempo.
Recuerdo vívidamente que el tal Genius lo encontré en un pase y revuelva que había en la avenida Medrano casi Díaz Vélez. Estaba tirado por ahí, y me salió –literal- dos mangos.
Lo escuche un par de veces, lo guarde entre mis discos, y ahí quedo.
Cada tanto lo sacaba para re escucharlo, y siempre la sensación era rara.
Pasaron muchos años, y un día, no hace mucho, alguien me dijo que ese disco “salía un dineral” cosa que, por supuesto, no creí. No podía ser. También me tiraron la versión de quien podría estar detrás de este misterio.
Hace unos pocos días, en un envío llegado de Inglaterra, veo el logo de Genius pero con otra tapa. Nada que ver con la original. Así me entere de que fue reeditado por el sello Easy Tempo, presumiblemente europeo, con el agregado de un disco más de remixes no presentes, obviamente, en el disco original.
Acá comienza la historia y el comentario del disco propiamente dicho…
Unos platillos y una guitarra con wah wah parece introducirnos a Los Profesionales, la tremenda serie inglesa. Quizás, no casualmente, el tema se titula Inspector Jones. Enseguida entran timbales, y el funk se adueña de la escena. Sin embargo, hay un toque de voces algo ensoñadas, y un quiebre del ritmo que nos muestran que hay toques progresivos y psicodélicos. Entra una voz hablada, no muy clara, que permanece un ratito hasta el siguiente quiebre. Ni idea lo que dice. Creo que en esos tiempos no era algo usual usar las voces de esta manera.
Llegando al final de esta canción, y empezando la siguiente, 4.00 in the morning, entra una voz femenina que pretende ser sensual, y que va tirando frases que parecen inconexas. Los quiebres del tema 1 se repiten. Y es porque está armado como una especie de suite en la que no se sabe muy bien donde termina un tema y empieza el que sigue. Algunos toques raros de teclados tipo ruido blanco mientras la voz femenina dice “survivor”, o algo así.
Incluso no se ven surcos de separación entre los temas. Algo poco visto y oído en esos años en nuestro país, ¿no?
Voces como escuchadas por la radio nos introducen al tercer tema del lado, Bermilya Avenur (Complot), que tiene aire inequívocamente setentosos. Podría haber sido usada en cualquier serie policial de aquellos años. Toques de guitarra con wah wah y una lejana sirena policial nos llevan al ambiente de Living for the city, de Stevie Wonder. Quizás sea una referencia, quizás, no. No tengo ahora, mientras escribo esta curaduría, la fecha de publicación de ese tema del bueno de Stevland Morris. El machaque del tema no para jamás.
Voces susurradas agregan un toque de misterio a este tema que ya de por sí es oscuro.
Y si de oscuridad se trata, llegamos al tema que cierra a este primer lado: Adults only (tienes tu cuartito para ver tus películas). La voz femenina sigue tirando frases sobre un fondo de funk fuerte, con algunas guitarras filosas, un bajo que te mata y una percusión sólida. Cuando entra la guitarra con wah wah y la percusión con timbales, uno desea que la chica pare un poco de hablar para poder escuchar ese ritmo frenético que suena por debajo de su voz.
Finalmente anuncia algo sobre Rice Pudding, y la voz queda en loop diciendo “continue”, hasta que parece que entran unas cuerdas que parecen cambiar de velocidad y el sonido se corta de repente.
Así de raro es todo en el universo Genius.
El lado B, para muchos el tema que arruina al disco, (no para mi) es una demencial versión del Arroz con leche (si, la que nos cantaba nuestra abuela cuando éramos chiquitos) que ocupa todo el lado. Acá se encuentran esos recuerdos con Parliament, Funkadelic y el genio loco del loco George Clinton. La melodía es interpretada por la guitarra brevemente. Voces procesadas cantan la letra de la canción en castellano, y luego aparecen unas voces a través de un vocoder (no encuentro otra manera de generar esos sonidos) que vuelven a cantar la letra de la canción. Voces ad lib aparecen todo el tiempo. Otras que son difíciles de describir se hacen sentir. Hay toquecitos muy finos de guitarra mientras bajo y batería van dibujando una base solidísima. Un piano interpreta la melodía del arroz con leche de forma alegre, acompañada de silbidos. Lo más luminoso en medio de un disco tan hermético y raro…
Vuelve la guitarra con efectos, y los teclados que dan un toque cuasi futurista. Y vuelve la voz “cómodamente adormecida” a cantar el arroz con leche. Algunos “ah!” Femeninos agregan toques vocales con algún grado de sensualidad. Aparece otra voz como respondiendo a estos sonidos. Corte y aparece un tarareo limpio de la melodía, como queriendo arrullar a un niño. De hecho, de fondo se escucha el llanto de un bebe. Todo esto puesto en sucesión es algo claramente demencial, ¿no?
Paso siguiente la zapada es tremenda, y el duelo entre batería y guitarra (mezclada algo atrás para mi gusto) y toques de teclado, es total.
En este momento, no queda ni arroz ni leche… es pura música zapada al mango. ¡Como suenan esos platillos!!
Otra voz femenina hace un conteo hasta 3 en inglés, cambia el ritmo y vuelve el groove escuchado al inicio del tema.. hace… miles de años…
Vuelven las voces procesadas a cantar el arroz con leche, pero esta vez, las voces suenan infantiles. Incluso en algún momento se van de métrica y hasta hay alguna duda. Risas. Siempre cantan la primera parte y no pasan de ahí. Nada de “soy la viudita” ni nada de eso.
El tema termina con un fuerte redoble de batería y unos breves aplausos.
Asi termina el disco, pero no la historia…
Nadie, hasta el día de hoy, sabe con certeza quienes son los músicos participantes en este curioso y misterioso disco. Si alguien lo sabe, por favor, le ruego que nos lo diga. Es todo demasiado groso como para que quede en el anonimato. Es algo así como el Cottonwoodhill de Brainticket (les juro que cuando re escuche este disco, fue lo primero que se me vino a la cabeza, aunque lo de los suizos es mucho más lisérgico y extremo) que al final de cuenta, supimos de quienes se trataba.
Pero en este disco, hasta ahora no. Incluso el sello que lo reedito así lo expresa en su página.
El único dato que se pudo dilucidar es el de su productor. Y más sorpresivo no puede ser. El cerebro detrás de este disco es ni más ni menos que Mochín Marafioti. Sí, el de “Algo para recordar” y los bailes de Comunicaciones (a los que fui, no digan nada…) Es más, no se sabe si fue solo el productor o también el compositor. Es sabido que en su juventud intento una carrera como cantante.
Hace unos días nada mas, hablando con Carlos Colser, locutor de Radio Nacional Esquel (y que trabajo con Mochín), en medio de una columna que hice sobre este disco para el programa La Aristogracia, aporto un dato fundamental que arrojó algo de luz: Genius era uno de los apodos que tenía Marafioti. De allí el nombre del grupo y del disco.
Y antes de terminar, un misterio más: en la base de la contratapa, un mensaje. “We’ll be back” (volveremos). Algo que prometía mas pero que, por alguna causa, no ocurrio.
Muchísimos años pasaron, algunos lo han visto y tenido en sus manos, yo lo conocí y conseguí medio de casualidad, pero para la gran mayoría del público consumidor de discos, este álbum no existe.
Y sí existe. Yo se los juro. Lo estoy escuchando y tengo su tapa acá, a mi lado…
Intenten conseguirlo antes de que se aviven… pero les aviso que NO es un disco fácil…

Carlos M. Rosa, Curador.
PD;

Sorpresas te da la vida… abro una caja proveniente de Inglaterra, y me encuentro con esta sorprendente reedicion de este mas que misterioso disco que fue craneado por… ¡¡¡Mochin Marafiotti!!!! Yo tengo el oriyinal, comprado en un pase y revuelva hace eones en Medrano casi Diaz Velez… La original tiene un sticker que reza “Incluye una provocativa version del arroz con leche”…

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