Un diagnóstico filosófico de la condición humana que es más relevante hoy que nunca.

No es un insulto, es un diagnóstico. La estupidez no es la excepción; es la norma. No es un grupo ajeno de ignorantes; es una fuerza que habita en cada rincón de la sociedad, en nuestras conversaciones, en nuestro trabajo y, lo más difícil de admitir, dentro de nosotros mismos.

Filósofos como Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche entendieron que la estupidez es más peligrosa que la maldad. El mal tiene un objetivo; la estupidez actúa sin propósito ni freno, replicándose como una plaga invisible con una convicción aterradora.

Los Mecanismos de la Estupidez: La Voluntad y el Ego

Schopenhauer desnudó la ilusión de que somos seres racionales. Argumentó que no nos mueve la razón, sino la Voluntad: un impulso ciego, irracional e inagotable que nos arrastra a desear, actuar y repetir errores sin cesar. Creemos tomar decisiones conscientes, pero often sólo obedecemos esta fuerza interna, justificándola luego con razones inventadas.

Este impulso es potenciado por el Ego, la voz que nos convence de que siempre tenemos la razón. Cuanto más estúpida es una persona, más convencida está de su inteligencia. El ego convierte opiniones en dogmas y creencias en trincheras, haciendo que toda crítica se sienta como un ataque. La psicología moderna lo confirma: usamos la razón no para encontrar la verdad, sino para defender lo que ya cree nuestro ego.

La Estupidez en lo Cotidiano: El Teatro Invisible

La estupidez no solo se manifiesta en grandes eventos; es un hábito diario:

  • Compramos lo que no necesitamos para impresionar a otros.

  • Discutimos con furia en redes sociales por opiniones irrelevantes.

  • Repetimos frases hechas y noticias falsas con una solemnidad absoluta.

  • Callamos para pertenecer al grupo y evitamos verdades incómodas por comodidad.

En la era digital, las redes sociales son el paraíso de la estupidez, un laboratorio donde lo absurdo se viraliza, se celebra y se normaliza. La estupidez es cómoda: ofrece certezas y la ilusión de pertenencia, mientras que pensar duele.

La Estupidez en el Poder: Cuando el Error se Convierte en Ley

Lo cotidiano escala. Cuando la estupidez llega al poder, deja de ser una molestia privada para ser una amenaza pública. El poder no cura la estupidez; la magnifica y la aísla de la realidad. Los líderes estúpidos están rodeados de aduladores que convierten sus ocurrencias en normas y sus errores en política.

Esto no es solo sobre políticos; es sobre cualquier figura con influencia: directores, líderes de opinión, medios de comunicación. La historia muestra que imperios han caído no por enemigos externos, sino por los delirios de líderes convencidos de su propia genialidad. La estupidez, institucionalizada, se vuelve invisible y quien la cuestiona es visto como un enemigo.

La Estupidez Moral: El Peligro de Creerse Bueno

El terreno más peligroso es el moral. La estupidez con convicción moral es más dañina que la maldad consciente. Una persona malvada puede ser anticipada; una persona estúpida que cree firmemente que está haciendo el bien es imparable. No se cuestiona, no duda; siente que cualquier crítica es un ataque a la virtud misma.

Desde guerras santas y censuras hasta “linchamientos digitales” en redes sociales, los mayores crímenes de la historia se han cometido a menudo en nombre de un “bien superior”. La rigidez moral sin pensamiento crítico es ignorancia disfrazada de virtud, un traje sagrado que hace a la estupidez intocable.

¿Cómo Escapar de la Plaga? El Camino de la Conciencia

Escapar de la estupidez masiva no se logra acumulando más conocimiento o datos. Se comienza con un acto doloroso y radical: dudar de uno mismo.

  1. Reconoce tus impulsos: Admitir que tus decisiones no son tan racionales. Pregúntate: ¿esto lo quiero yo o lo quiere mi “Voluntad”?

  2. Domina tu ego: Practica la humildad intelectual. Acepta que puedes estar equivocado. Escucha de verdad, no para responder, sino para comprender.

  3. Embraza la incomodidad: El pensamiento crítico duele. Es incómodo cuestionar lo establecido, tus propias creencias y la comodidad del grupo.

  4. Pausa antes de reaccionar: Rompe el ciclo de actuar por impulso. Detente, reflexiona y luego decide. No compartas, opines o ataques de inmediato.

  5. Busca la conciencia, no la certeza: La verdadera inteligencia no es tener siempre razón, sino tener la capacidad de dudar, de autocuestionarse y de vivir de forma más consciente.

En conclusión, la estupidez masiva es la condición default de una humanidad guiada por impulsos ciegos y egos inflados. Escapar de ella es un acto de valentía que requiere una introspección brutal y la voluntad de nadar contra la corriente de la comodidad y la certeza colectiva. No es un camino para muchos, pero es el único que lleva hacia una auténtica libertad intelectual.

Como bien lo resumió Schopenhauer: “La mayor señal de estupidez es creerse sabio”. El primer paso para escapar es no creértelo.

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