Más Allá de la Rivalidad Evidente
A primera vista, la encrucijada de Argentina entre Estados Unidos y China parece una simple decisión económica: ¿qué alianza comercial ofrece los mayores beneficios? Durante años, el debate se ha enmarcado en términos de exportaciones de soja, inversiones en infraestructura y balanzas comerciales. Es una elección que parece reducirse a hojas de cálculo y proyecciones de crecimiento.
Sin embargo, un profundo y reciente debate entre especialistas ha destrozado esta visión simplista. Lejos de ser un mero cálculo de ventajas y desventajas, la discusión ha revelado capas de complejidad geopolítica, histórica y filosófica que son tan sorprendentes como contraintuitivas. Estas claves no solo redefinen el problema, sino que exponen las verdaderas apuestas que enfrenta el país, transformando por completo la pregunta sobre su futuro.
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1. El Fin de una Era: La Globalización que Conocíamos ha Terminado
La premisa fundamental de este nuevo análisis es que el tablero de juego global no ha evolucionado, sino que se ha fracturado de forma irreversible. El punto de inflexión fue 2004, cuando un discurso presidencial en Estados Unidos lanzó una decidida búsqueda de independencia energética. Esta iniciativa desató la “tercera gran revolución” del capitalismo: la explotación comercial de la energía de yacimientos no convencionales (shale), que transformó a EE. UU. en el principal productor de energía fósil del mundo.
Esta revolución otorgó a su aparato productivo una ganancia de productividad comparable a la de la Revolución Industrial inglesa. Con esta nueva ventaja estratégica, la clase dirigente norteamericana reaccionó contra la globalización que, desde su perspectiva, había sido “aprovechada por los alemanes y por los chinos”, y tomó la decisión de cambiar el orden mundial hacia un modelo nacionalista. En este nuevo escenario, la energía y los alimentos son los nuevos vectores de poder, y China, una potencia fundamentalmente manufacturera, carece de ambos.
La conclusión es categórica: el sistema global que fue tan “favorable” para el ascenso de China ha llegado a su fin. Este nuevo escenario obliga a desmontar los mitos sobre la competitividad que nacieron y prosperaron en el viejo orden global.
2. El Mito de la Competitividad China: ¿Se Trata de Escala o de Subsidios?
El argumento más común para explicar el éxito de la manufactura china es su inmensa escala. Como articuló la especialista Eva, al producir 50 millones de televisores en lugar de los 5,000 de Argentina, China puede comprar materiales más baratos y contar con personal más preparado, logrando precios imbatibles incluso “sin la participación del estado”.
Sin embargo, esta lógica fue desafiada por una visión opuesta y reveladora de Guillermo Moreno. Tras enviar misiones a China para analizar no el precio de venta, sino los costos reales de manufactura, la conclusión fue sorprendente: “no estaban lejos de la Argentina”. La diferencia clave, entonces, no reside en la eficiencia de la producción, sino en el precio final de venta, lo que indica que la producción china está fuertemente “subsidiada” por el Estado para ganar mercados. La implicación es profunda: si la competencia no se basa en la eficiencia sino en la decisión estratégica de un Estado de vender productos por debajo de su costo real, el libre comercio se convierte en una forma de guerra económica contra la base industrial argentina.
…la diferencia no estaba en el precio de venta, entonces es que participa el Estado, está subsidiado… este es el tema central… con los costos de la industria china, costos eh planchada de fábrica, vos le sumás el flete y estás parecido…
3. Reinventando el Nacionalismo: No se Trata de Muros, sino de Puentes
El término “nacionalismo” suele evocar imágenes de aislacionismo xenófobo. Sin embargo, el debate introduce un concepto distinto: el “nacionalismo popular”. Esta visión, defendida por Moreno, se distingue del “nacionalismo europeo xenófobo” y se presenta como una doctrina fundamentalmente diferente, que proporciona el marco ideológico para la política económica en este nuevo orden mundial.
Este nacionalismo es descrito como uno “de brazos abiertos y amando al pueblo vecino”, que en lugar de “levantar muros, construye puentes”. Su eje conceptual no es únicamente la “patria”, sino la unión inseparable del “pueblo con la patria”, basándose en la premisa de que “la historia la escriben los pueblos”. Esta redefinición es estratégicamente necesaria porque justifica una política estatal intervencionista y de reindustrialización que, lejos de ser aislacionista, es cooperativa.
Bajo esta óptica, la política internacional ya no se divide entre “izquierdas y derechas”, consideradas categorías europeas obsoletas. La verdadera dicotomía del nuevo orden mundial es entre “globalizadores y nacionalistas”.
4. “¿Economías Complementarias?”: Por Qué Esta Podría Ser la Pregunta Equivocada
Una de las ideas más repetidas es que la economía argentina es “absolutamente complementaria con la China” y competitiva con la de Estados Unidos. Sin embargo, esta idea es refutada como una “visión inglesa” del siglo XIX: un modelo que funciona como una trampa, donde potencias como Inglaterra manufacturan bienes mientras países periféricos como Argentina se limitan a proveer materias primas.
La alternativa propuesta es abandonar las categorías de “complementarios o competitivos” para adoptar el objetivo de una “inserción industrial inteligente”. Este enfoque se conecta directamente con el principio peronista de que “gobernar es crear trabajo”. El argumento no es una simple preferencia, sino una necesidad estructural: Argentina es un “país medio” que, por su escala demográfica, no puede agotar su fuerza laboral sin la industria. Sin reindustrialización, la desocupación y la caída de los ingresos populares son inevitables.
El ejemplo del aceite de soja es claro: Argentina procesaba el poroto, hasta que China, en defensa de su propio interés nacional, decidió hacerlo por su cuenta, comprando solo la materia prima y despojando a Argentina de un eslabón clave en la cadena de valor.
5. Las Apuestas Ocultas: Cómo una Alianza Comercial Define el Futuro de las Malvinas
Más allá de la economía y la industria, el debate revela la apuesta geopolítica definitiva, donde la elección de una alianza estratégica tiene consecuencias directas e irrevocables sobre la soberanía argentina en el Atlántico Sur. Este punto transforma la discusión de una preferencia económica a una de destino nacional.
La postura presentada es que una alianza dentro del marco de “América para los americanos” —entendido como un Occidente ampliado— ofrece “muchas más posibilidades” de recuperar las Islas Malvinas. La lógica es que esta doctrina implica el retiro de las potencias europeas, como el Reino Unido, del continente. En contraste, se afirma de manera tajante que en una alianza con China, la recuperación de las Malvinas es “absolutamente imposible”.
Se subraya, además, que sin una participación hegemónica en el Atlántico Sur, la discusión sobre los derechos soberanos en la Antártida también estaría “perdida”. El debate, por lo tanto, trasciende lo económico para adentrarse en la integridad territorial y la soberanía a largo plazo del país.
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Conclusión: Un Nuevo Tablero de Juego
La relación de Argentina con las superpotencias no es una simple elección económica entre dos socios comerciales. Es un complejo ajedrez geopolítico que se juega en un mundo cuyas reglas han cambiado radicalmente. El fin de la globalización, el nuevo paradigma energético y la redefinición del nacionalismo han creado un escenario completamente nuevo.
Estas claves no ofrecen una respuesta definitiva, sino que amplían el campo de visión, obligando a pensar más allá de los beneficios a corto plazo. Muestran que cada decisión comercial es, en el fondo, una apuesta sobre el modelo de país, el rol en la región y la soberanía misma.
En este nuevo orden mundial, donde la soberanía energética define el poder y la industria garantiza la paz social, ¿está dispuesta Argentina a abandonar los cómodos mitos de la globalización para negociar inteligentemente su destino territorial y económico?