Cada 13 de noviembre celebramos el Día del Pensamiento Nacional en homenaje al nacimiento de Arturo Martín Jauretche (1901–1974), escritor, político y uno de los más lúcidos pensadores argentinos del siglo XX. “Don Arturo” fue una figura clave en la defensa de la soberanía, la denuncia de las formas modernas del coloniaje y la construcción de un proyecto económico, cultural y político al servicio del pueblo. Su obra sigue interpelando con fuerza en un contexto, como el actual, marcado por tensiones geopolíticas, económicas y culturales que él parecía haber anticipado.

¿Lo sabías?

Hoy no es sólo un aniversario: para muchos es San Arturo Jauretche, una jornada simbólica para revisar quiénes somos, qué país queremos y de qué modo ejercemos nuestra libertad colectiva. No íbamos a decir nada —hace tiempo que no estamos para efemérides—, pero los hechos del presente son demasiado contundentes como para guardar silencio.

La recolonización de hoy: nuevos actores, viejos métodos

Sería un error seguir culpando mecánicamente “a los yanquis”, como si estuviéramos en otro siglo. Los Estados Unidos ya no son aquellos Estados Unidos: son, más bien, uno de los tantos instrumentos de poder que operan en el tablero global. Las decisiones estratégicas no se toman en la Casa Blanca sino en ese entramado difuso —económico, financiero, tecnológico, cultural— que Jauretche llamaba “sinarquía internacional”, y que hoy actúa sobre los territorios ricos del mundo con una precisión quirúrgica.

Pero lo fundamental es esto: un imperio hace lo que hace un imperio. Lo preocupante no es su lógica, sino la nuestra.

El verdadero problema: el criollo que nos vende

Jauretche lo dijo con todas las letras: el mal de la Argentina es el “medio pelo” colonizado, la dirigencia que prefiere la obediencia al interés propio antes que la defensa del interés nacional.

Podría pensarse que nuestros dirigentes “no tienen otra opción”, que el mundo es demasiado complejo, que los condicionamientos son inevitables. Pero eso es falso. Siempre hay un margen político para actuar con dignidad, siempre que exista —como decía Belgrano— un mínimo interés por la patria.
Ese interés, hoy, brilla por su ausencia.

La falsa grieta y el verdadero consenso

Mientras se nos distrae con una grieta interminable, con peleas televisadas y discursos altisonantes, lo que realmente existe es un consenso profundo alrededor de un proyecto neocolonial.

Y el dato más grave es este:
en el Día de Jauretche se reeditó un nuevo “estatuto legal del coloniaje”, una normativa que él mismo habría denunciado con todas sus fuerzas.
Pero algo así no se impone si hay resistencia real.
Si pasa, es porque todos los sectores relevantes del poder político están de acuerdo.
El consenso existe. Aunque se lo oculte.

Milei como chivo expiatorio

En esta trama, Milei cumple un rol funcional: firma, anuncia, provoca y concentra odios.
Mañana, cuando las consecuencias sean evidentes, el pueblo tendrá a quién culpar, mientras el resto de la dirigencia quedará a salvo, impune y convenientemente silenciosa.

Pero el problema no es un solo nombre.
El problema es toda una clase dirigente que ha claudicado.
Que ha decidido que el enemigo es demasiado grande para ser enfrentado.
Que ha renunciado a la idea de un país soberano.
Que ha firmado, sin ruborizarse, la capitulación.

Un desagravio necesario

Por eso hoy, Día del Pensamiento Nacional, este texto es también un pequeño y persistente desagravio a Don Arturo Jauretche, quien dedicó su vida a advertirnos sobre estos mecanismos de sometimiento.
Que Dios lo tenga en la gloria, entretenido con alguna picardía celeste, para que no vea desde arriba que no hemos sido capaces —todavía— de honrar su legado.

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