El riesgo de un periodismo que convierte el dolor en espectáculo y la necesidad urgente de otra forma de comunicar
Por Berisso Digital Investigación
En Berisso, como en tantas ciudades del país, se ha vuelto habitual que parte del ecosistema mediático local convierta cada hecho policial, accidente, conflicto familiar o suceso dramático en un producto de consumo rápido. Es la industria del cotidiano trágico: un modelo de comunicación que se sostiene en la repetición de desgracias, la exposición del dolor ajeno y la búsqueda desesperada de atención, clics y relevancia instantánea.
Este tipo de periodismo, lejos de informar, coloniza el espacio público con tragedias que no aportan comprensión, ni previenen, ni cuidan. Lo hacen sin filtros éticos, sin formación profesional y, muchas veces, sin la más mínima sensibilidad humana.
Cuando el dolor se convierte en mercancía
En los últimos años, varios medios locales han normalizado prácticas que van desde el amarillismo básico hasta la vulneración directa de derechos:
• publicación de nombres completos de vecinos fallecidos;
• difusión de detalles íntimos o morbosos sobre suicidios o accidentes;
• exposición de datos judiciales sin autorización;
• uso de apodos, epítetos y calificativos indignos de cualquier estándar profesional;
• y, en un gesto todavía más grave, la costumbre de reírse, ironizar o hacer chistes con asuntos de enorme complejidad social y emocional.
Todo esto se presenta como “informar”, pero en realidad es espectáculo.
Y un espectáculo montado sobre el sufrimiento de las familias de nuestra ciudad.
El Estado convoca. Los medios ausentes.
La reciente jornada organizada por la Secretaría de Salud —a través del Departamento de Salud Mental y el área de Comunicación— fue un intento explícito por revertir esta lógica nociva. El objetivo: unificar criterios, reforzar un enfoque preventivo y acordar reglas básicas para comunicar con responsabilidad hechos de alto impacto social, como el suicidio.
La charla estaba dirigida especialmente a medios de comunicación.
Pero ningún medio asistió.
Ninguno salvo Berisso Digital, que fue el único en estar presente.
La contradicción es evidente: los mismos medios que diariamente reclaman intervención del Estado, presencia estatal y respuestas oficiales… no aparecen cuando el Estado propone formarse y mejorar.
Esa ausencia también comunica —y dice mucho.
Berisso Digital y otra manera de mirar la ciudad
En este contexto, la presencia de Berisso Digital no es casual. Responde a una misión editorial concreta:
instalar y promover la cultura berissense por encima del cotidiano trágico.
Berisso es más que sus desgracias.
Es trabajo, historia, inmigración, identidad, arte, deporte, solidaridad, territorio y memoria colectiva.
Y es precisamente esa dimensión cultural la que Berisso Digital elige priorizar, incluso cuando las lógicas del mercado empujan hacia lo contrario.
Defendemos un periodismo que cuida, que respeta, que piensa.
Que entiende que cada vecino tiene familia, historia y dignidad.
Que la información es un bien social, no un entretenimiento cruel.
El suicidio no es un delito
Durante la jornada, los equipos técnicos remarcaron un punto básico que demasiados medios ignoran: el suicidio no es un delito. Por lo tanto, no debe tratarse como un hecho policial ni criminalizarse a la persona ni a su entorno. Ese encuadre no solo es erróneo, sino que reproduce prejuicios, incrementa el daño emocional y resta valor a las acciones de prevención.
El tratamiento responsable importa.
La forma en que se comunica también salva vidas.
Salir de la industria del cotidiano trágico
La invitación es clara: Berisso necesita medios que construyan ciudadanía, no que la intoxiquen.
Medios que aporten contexto, comprensión y cuidado.
Medios que no especulen con el morbo ni con la desgracia.
Salir de la industria del cotidiano trágico no es solo un acto de ética periodística:
es una decisión cultural.
Una apuesta por una ciudad más consciente, más empática y más humana.