Cada 16 de septiembre se conmemora en la Argentina el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios, en memoria de los jóvenes secuestrados y desaparecidos en lo que se conoció como La Noche de los Lápices.
Este hecho ocurrió el 16 de septiembre de 1976, cuando grupos de tareas bajo las órdenes del general Ramón Camps secuestraron en la ciudad de La Plata a seis estudiantes secundarios: Claudia Falcone (16), Francisco López Muntaner (16), María Clara Ciocchini (18), Horacio Ungaro (17), Daniel Racero (18) y Claudio de Acha (18). Todos ellos continúan desaparecidos.
Sin embargo, la represión contra los jóvenes no se limitó a esa noche: días antes habían sido secuestrados Gustavo Calotti (8 de septiembre) y Víctor Triviño (10 de septiembre); el 17 fueron llevadas Emilce Moler y Patricia Miranda, y el 21 le sucedió a Pablo Díaz, quien años después sobrevivió para dar testimonio y convertirse en una de las voces más recordadas en la búsqueda de justicia.
En total, se estima que más de 340 adolescentes fueron secuestrados y desaparecidos en todo el país durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983).
El contexto: lucha estudiantil y represión
Las marchas por el Boleto Estudiantil Secundario (BES) se desarrollaron en 1975, en un marco de creciente conflictividad social y política. Estudiantes de La Plata y de otras ciudades bonaerenses reclamaban un derecho básico: una tarifa diferencial en el transporte público para poder acceder a la escuela.
En La Plata, gracias a esas movilizaciones, se logró la implementación del boleto secundario, aunque poco después la dictadura lo eliminó y respondió con violencia a quienes lo habían impulsado.
Los jóvenes detenidos en 1976 no solo pedían el boleto: muchos de ellos militaban en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y soñaban con una sociedad más justa. Esa militancia, que la dictadura consideraba peligrosa, fue el motivo principal de su persecución.
La memoria en los hogares y las calles
En el zaguán de la casa de la familia Falcone, todavía hoy, estudiantes que pasan por la vereda dejan boletos de colectivo como símbolo de gratitud a la lucha de María Claudia Falcone.
En ese mismo hogar, durante años, una voz en el contestador telefónico repetía:
“Te comunicaste con la casa de Nelva, una casa solidaria donde encontrarás una amiga que te sabrá ayudar y escuchar”.
Esa voz pertenecía a Nelva Méndez de Falcone, madre de Claudia, que convirtió su casa en un espacio de solidaridad y contención para quienes la dictadura intentaba silenciar.
La historia de Claudia también está atravesada por el compromiso político de su familia: su padre, Jorge Falcone, fue el primer intendente peronista de La Plata y luego senador provincial; su madre, Nelva, docente y militante, votó por primera vez en 1951, cuando el sufragio femenino impulsado por Eva Perón fue una realidad.
La vigencia de la memoria
La Noche de los Lápices sigue siendo un símbolo de la violencia ejercida por el terrorismo de Estado sobre la juventud. Pero también es un recordatorio del poder transformador de la participación estudiantil y de la necesidad de defender los derechos conquistados.
Hoy, cada 16 de septiembre, las marchas y actos conmemorativos se convierten en una oportunidad para reflexionar:
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sobre la importancia de la educación pública como derecho inalienable,
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sobre la voz de los jóvenes en las luchas sociales,
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y sobre la memoria colectiva que mantiene vivos a quienes quisieron cambiar el mundo.
Homenaje
A casi cinco décadas de aquellos hechos, la mejor manera de honrar a Claudia, Francisco, María Clara, Horacio, Daniel, Claudio y a todos los jóvenes perseguidos y desaparecidos es reafirmar el compromiso con la democracia, los derechos humanos y la justicia social.
Vaya nuestro homenaje a estos compañeros que, además de pelear por el boleto estudiantil, soñaban con un país más justo.
Berisso Digital