Por Berisso Digital Revista
“Tengo dos billones de dólares. Maradona me va a ayudar. Estoy por lanzar el nuevo Disney”.
Así hablaba Max Higgins mientras deambulaba por las calles de Buenos Aires con un portafolios vacío y la mirada perdida. Décadas antes, ese mismo hombre llegaba a la Argentina con helicópteros, autos de lujo y un sueño: construir el “Disney argentino”. Hoy, su figura es un eco fantasmagórico de aquel empresario que prometió cambiar el entretenimiento en Sudamérica. La historia de Higgins es una mezcla de mitomanía, show, contactos reales, conspiraciones delirantes y una caída sin red.
Un Origen Borroso: ¿Inglés, jamaiquino o norteamericano?
El misterio comenzó incluso antes de su aterrizaje mediático. Higgins se presentaba como ciudadano británico, aunque en otras entrevistas aseguraba ser estadounidense. Algunas fuentes llegaron a indicar que tenía raíces en Jamaica y que su nombre completo era Maxwell Higgins, aunque nunca se mostró documentación que lo comprobara.
Lo cierto es que no figura en registros empresariales oficiales ni de Reino Unido ni de Estados Unidos, ni tuvo nunca un pasado comercial comprobable antes de 2006. A pesar de ello, su acento, sus modales refinados, su aparente dominio del inglés y su porte lo convertían en un personaje verosímil para quienes deseaban creer.
El Show: Helicópteros, Cheques, Maradona y el “Disney criollo”
En 2007, Higgins realizó su entrada triunfal en helicóptero en San Pedro, provincia de Buenos Aires. Con trajes importados, una flota de autos de lujo y promesas multimillonarias, anunció la construcción de un parque de diversiones temático que competiría con Disneylandia: una megaestructura con hoteles, lagunas artificiales, atracciones tecnológicas y shows internacionales.
Firmó convenios con municipios, apareció en canales de televisión, convocó arquitectos, inversores y hasta promovió un casting para elegir a los nuevos protagonistas del entretenimiento nacional.
En ese contexto organizó un reality de fútbol con figuras como Diego Maradona y Sergio Goycochea, destinado a buscar nuevos talentos juveniles para exportar a Europa. Nada de esto se concretó, pero las luces y el carisma de Higgins le daban un halo de autenticidad que seducía a empresarios y funcionarios por igual.
Conexiones Reales (y supuestas): Fort, Duran Duran y Grondona
Max Higgins se codeó con verdaderas figuras del espectáculo y la política. Fue fotografiado junto a Ricardo Fort, Valeria Lynch, Aníbal Pachano, Karina Rabolini, Julio Grondona e incluso se vinculó informalmente con Franco Macri en el marco de supuestas “alianzas para el desarrollo turístico”.
Entre sus gestos más llamativos estuvo traer a la banda británica Duran Duran a Mar del Plata en el verano de 2008, organizando un show cerrado en un hotel de lujo, al que asistieron figuras del jet set porteño y empresarios brasileños. El evento se realizó, aunque se desconoce cuánto pagó y quién realmente lo financió.
Higgins también afirmaba tener contactos con Lionel Richie, con quien lanzaría una discoteca VIP en Punta del Este, y decía estar negociando con Universal Studios y Sony Pictures para instalar franquicias de entretenimiento en Argentina. Incluso hablaba de acuerdos con Apple para desarrollar atracciones interactivas con tecnología de realidad aumentada. Nada de eso existió en papeles.
La Caída: Demandas, Cheques sin Fondo y la Interpol
Su fantasía comenzó a desmoronarse cuando Disney lo demandó por uso indebido de marca y estilo visual. Mientras tanto, sus cheques comenzaron a rebotar en bancos locales y extranjeros. En paralelo, Interpol activó alertas por estafas en Reino Unido y Nueva York. El sueño comenzó a diluirse rápidamente.
En San Pedro, las 130 hectáreas compradas estaban vacías. Las estructuras eran bocetos. El supuesto financiamiento internacional era humo. Los primeros en dudar fueron los que ya habían invertido. Cuando los medios comenzaron a cuestionarlo, Higgins desapareció.
Vuelta Fantasmagórica: Delirio, Calle y el Borda
En 2013, Max reapareció. Pero no en salones de lujo, sino durmiendo en la calle, en la zona de Puerto Madero. Aseguraba tener “dos billones de dólares”, decía que Maradona lo ayudaría a recuperar su imperio, hablaba de conspiraciones de la CIA y el MI6, y exhibía papeles en blanco como “contratos internacionales”.
Entre 2020 y 2023, fue visto en Corrientes y Alem, en Retiro, en plazas, hostels y refugios. Siempre con trajes rotos, portafolios vacíos y un discurso tan grandilocuente como incoherente. A fines de 2023, fue finalmente internado en el Hospital Borda por personal del SAME, tras una crisis psicótica en vía pública.
Desde entonces, no se supo más de él. Ni familia, ni amigos, ni socios aparecieron a reclamarlo.
¿Un Estafador? ¿Un Actor? ¿Un Enfermo?
Max Higgins fue mucho más que un estafador clásico. Fue un personaje de su propia novela. Construyó un relato que, por momentos, él mismo pareció creerse. Tal vez comenzó como un farsante consciente. Tal vez su necesidad de ser alguien lo llevó al delirio.
En un país hambriento de inversión y optimismo, Higgins fue el espejo de lo que queríamos ver. Trajo una fantasía posible, una película viva, una promesa colorida que llenó titulares y esperanzas. Pero cuando el telón cayó, no había nada.
Epílogo
Hoy Max Higgins permanece internado. Nadie lo reclama. Nadie pregunta por él. Lo que queda es su historia: un mito moderno, una advertencia, un reflejo cultural.
Su vida fue una película sin guion. Un parque de diversiones sin planos. Una realidad alterada que, por un momento, muchos creyeron verdadera. Como una fábula moderna que terminó en tragedia callejera.
A veces, los castillos más altos se construyen sobre palabras. Y también se derrumban con el silencio.