(Los pibes y la música, una ecuación hermosa)

Ahí se lo ve, de espaldas al saxofón pero con el ritmo bien adentro. El baile, el juego, la excusa, y los movimientos que acompañan a la banda que detrás hace lo suyo advirtiendo incluso que la verdadera magia no sucede en el bar, sino en la vereda.

Y él sonríe, se mueve, baila, disfruta, y nos hace comprender que volver a la infancia puede ser el mejor recurso y la mejor trinchera ante la realidad que nos golpea fiero. Porque lo que pretenden -los mismos que nos empobrecen a diario- es quitarnos toda sonrisa posible. No les basta con arrebatarnos derechos, nublar el horizonte, y arruinarnos el presente y futuro, sino también sueñan con destruirnos por dentro, en todos los sentidos.

Y bailar, en estos tiempos, es una de las acciones de liberación. Tal vez mínima. Quizá solo por instantes, pero cuando vemos a este pibe y desde lejos y cerca movemos las piernas, el cuerpo se sacude y algo se genera; eso tiene mucho más significado del que pensamos.

Que nadie nos quite la alegría. Que ninguno de estos verdugos nos arranque las ganas de sonreír. Y que la lucha siga siempre, con la música, el arte, la melodía, las infancias, los pensantes, la conciencia social, la búsqueda de un mundo mejor, sin olvidarnos de bailar.

Los pibes y la música, una ecuación hermosa, para levantarnos tempranito y encarar este lunes, de una manera distinta.

 

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