La historia oficial es contundente: el 30 de abril de 1945, Adolf Hitler se suicidó en su búnker de Berlín mientras el Ejército Rojo tomaba la ciudad. Es la versión que aprendimos en los libros, la que cierra uno de los capítulos más oscuros de la humanidad. Sin embargo, durante décadas, han persistido teorías que desafían este relato, apuntando a una posible fuga de los jerarcas nazis hacia Sudamérica.
Estas teorías a menudo son descartadas como meras conspiraciones. Pero, ¿qué sucede cuando surgen nuevas evidencias tangibles que cuestionan la narrativa aceptada? El investigador Abel Basti lleva años presentando pruebas que sugieren que no solo jerarcas, sino el propio Hitler, encontraron refugio en Argentina.
Recientemente, la aparición de un testigo presencial de 95 años, sumada a la investigación sobre un submarino nazi hundido deliberadamente en la costa argentina, aporta una nueva y poderosa dimensión a esta historia. A continuación, desglosamos los cinco hallazgos clave que obligan, como mínimo, a una reevaluación de los hechos.
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Los 5 Hallazgos Clave de la Investigación
1. El Testigo Inesperado: Un Relato de 95 Años
Casi 80 años después del fin de la guerra, emerge la figura de Omar Cernadas. Con 95 años y una lucidez admirable, su testimonio aporta un elemento humano y directo a la investigación. En agosto de 1945, siendo un adolescente de 15 años en Necochea, su abuela alemana les pidió a él y a su madre que desalojaran su casa por un par de días para recibir unas “visitas”.
La curiosidad lo llevó a observar la llegada de los misteriosos huéspedes: cinco hombres alemanes vestidos con uniformes azules y gorras de marinero, cargando pequeños bolsos. Ocuparon su cuarto durante dos días, hasta que un micro de color verde los recogió. Años después, su testimonio es un ancla en el tiempo. Pero la pieza más importante de su recuerdo llegó poco después de que los hombres se fueran. Su tío lo llevó a pescar y, señalando un punto en el agua, le dijo una frase que conectaría su memoria con la evidencia física décadas más tarde: “Mira, acá donde estamos pescando está el submarino que explotó la gente que vino a casa”.
2. La Prueba de Acero: Un Submarino Nazi Hundido a Propósito
Frente a la costa de Quequén yace un pecio de casi 80 metros de largo. Su ubicación es insólita: a solo 26 metros de profundidad, justo “donde bollan los barcos en espera para entrar al puerto”, un lugar que hace imposible que las autoridades navales no lo conocieran. Sin embargo, no figuraba en las cartas náuticas oficiales hasta que, por la insistencia de Basti, fue añadido como un simple “casco desconocido”.
El análisis de expertos sobre las imágenes del naufragio es revelador. Un especialista italiano de la Liga Naval Italiana fue categórico: “estos cortes que tienen los hierros de la estructura son típicos de explosivos, y de determinados explosivos que yo conozco porque se usaban en la guerra“. Su conclusión, que el submarino fue hundido deliberadamente, valida científicamente el recuerdo del tío de Omar Cernadas en aquel exacto lugar. Para Basti, la resistencia oficial a reconocer esta evidencia es el principal obstáculo.
“Nuestro mayor problema es lidiar con el Estado argentino para que reconozca esto…empezaron a prohibir cualquier tipo de aproximamiento a la zona, se dijo, nos dijeron que eran restos arqueológicos… hasta que después… conseguimos que Prefectura Naval hiciera una gran expedición importante y reconociera la embarcación hundida”.
3. El Secreto de Estado: Silencio Oficial y Archivos “Perdidos”
El testimonio de Omar Cernadas y el submarino hundido no son hechos aislados. Se enmarcan en un patrón de encubrimiento que el investigador califica como “secreto de estado”. Un incidente policial documentado de la época lo ilustra a la perfección. Tras denuncias de un desembarco, el comisario local, de apellido Mariotti, siguió las huellas de unos camiones desde la playa hasta la Estancia Moromar.
Al intentar ingresar, fue interceptado por “rubios con ametralladoras” que le impidieron el paso. Mariotti solicitó refuerzos a su jefatura en La Plata, pero la respuesta fue lapidaria y humillante: “Mire, continúe dirigiendo el tránsito en Necochea, usted no vio nada, olvídese”. Este patrón se repite. Cuando Basti solicitó formalmente el expediente de Interpol Argentina sobre Martin Borman, la mano derecha de Hitler, la respuesta oficial del gobierno fue que el archivo “se ha perdido”. Estos episodios sugieren un esfuerzo coordinado y sostenido para ocultar la presencia nazi de alto nivel en el país.
4. Más Allá del Submarino: Hitler en Paraguay y una Red de escape
Según Basti, la operación no se limitó a la tripulación de un submarino. Sostiene que los U-boats eran el mecanismo de transporte para una red de escape que incluyó a las figuras más importantes del régimen, como el propio Adolf Hitler, Martin Borman y el jefe de la Gestapo, Heinrich Müller.
Para sustentar esta afirmación, Basti presenta el testimonio de una fuente de altísimo nivel: Ñata Legal (María Estela Legal), esposa del dictador paraguayo Alfredo Stroessner. En una entrevista, ella le confirmó que en Paraguay era “vox populi” que Hitler se había mudado a su país desde Argentina después de la caída de Perón en 1955. La lógica del investigador es simple: si se reconoce la existencia y el propósito de los submarinos nazis en la costa argentina, se abre inevitablemente la pregunta más importante: ¿a quiénes transportaban?
5. Cuestión de Evidencias, no de Creencias
Ante quienes desestiman su trabajo como una simple teoría de la conspiración, Abel Basti insiste en que su enfoque se basa exclusivamente en pruebas verificables que contradicen la narrativa oficial. Su filosofía de trabajo queda encapsulada en una frase contundente que separa la investigación periodística de la especulación.
“Esto es cuestión de evidencias, de prueba, no es de lo que uno cree. Las creencias es para la religión, para la filosofía, pero no para el periodismo de investigación”.
Su caso se construye sobre un mosaico de pruebas: incidentes policiales documentados, un pecio de 80 metros con pericias forenses, testimonios de testigos directos y de alto nivel político, y un patrón demostrable de ocultamiento oficial. No pide un acto de fe, sino que se examinen las evidencias que, casi 80 años después, continúan emergiendo.
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Conclusión
La combinación de un testigo presencial, los restos físicos de un U-boat saboteado y un rastro documentado de encubrimiento oficial presenta un caso que desafía la noción de un registro histórico cerrado. No se trata de afirmar con certeza que Hitler vivió sus últimos años en Argentina y Paraguay, sino de reconocer que las pruebas presentadas cuestionan seriamente la versión que hemos aceptado durante décadas.
La investigación de Abel Basti abre la historia de una manera radicalmente nueva. Si evidencia física y registros oficiales pueden ser ocultados a plena vista durante casi un siglo, ¿qué otros capítulos de nuestra historia no están tan cerrados como creemos?