En las tinieblas moro, mas no tiemblo ante mi sombra,
hasta dos imposibles, enroscando mis vértebras,
Un posible.

Oh, oh. Encarcelado en mi pecho,
un niño de mil años solloza,
y su llanto es el eco de un tiempo
que se desvanece.

Que el ojo mar ojo, y la piedra, piedra,
que el gesto mareó fiel a la conciencia
“Yo que nadie olvide el milagro de su muerte”.
Pues si esto no tiene aleta, dime, alma mía:
– Es tu esencia?

Mis dientes muerden la nada,
despavorido, avanzo en lo oscuro,
y soy su esplendor.

Muro sin sentido. Busca tu puerta,
tus ventanas…
Mas solos depositás puños cerrados,
que cree dar, mas solo aprisionan.

En cada gota, el mar entero se agita;
dentro de lo simple, lo complejo hierve,
y la piedad se arna crueldad.

Cuerpos, meros vasos de una vida
que ya es memoria en solitario.
La aproximación: un pantano de negaciones,
donde el se se pudre bajo el lodo.

Si no quieres, no te atreves;
si no te atreves, no puedes;
si no puedes, hablas…
De jaula en jaula, más grande cada vez,
Crean ser libre.

Escarban, mas nunca llega al fondo,
adornando ilusiones vanas.
Y aunque la muerte la circunda,
solo sus cuerpos se aterran…
Oye, en cambio, me disuelvo en el baile.

Mi meta es retorno
al gato que siempre fui.
En la tierra, las olas suspiran;
en el mar, las nubes añoran;
en el cielo, las rocas envidian.

Senda infinita…
Cada paso, un primer paso.
El alma debe seducir al sapo,
Preñarlo de un andrógino dorado.

Y en el infinito,
en el último segundo,
Me siento eterno.

 

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