Desde el inicio de la conciencia, hemos alzado la vista al cosmos con las mismas preguntas eternas: ¿Es este universo un accidente ciego o un diseño deliberado? ¿Somos marionetas del destino o arquitectos de la realidad? ¿Y es “Dios” el nombre de una fe, o la variable que falta en la ecuación del todo? Chris Langan, un hombre con un coeficiente intelectual estimado entre 195 y 210, ha dedicado su vida a responderlas. Su “Modelo Teórico Cognitivo del Universo” (CTMU) es una teoría que ofrece respuestas tan lógicas como sorprendentes. Este artículo explora las 6 conclusiones más impactantes de su modelo, ideas que desafían nuestra comprensión fundamental del universo y nuestro lugar en él.
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1. Dios no es una creencia, es una necesidad matemática.
Para Langan, el punto de partida es radicalmente simple. Cuando dices la palabra “realidad”, estás nombrando una identidad, un sistema unificado que debe tener propiedades consistentes para poder existir. Al analizar la estructura matemática indispensable para que este sistema se sostenga, se llega a una conclusión ineludible: las propiedades lógicas de esta identidad coinciden con las descripciones tradicionales de Dios: omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia.
Según el CTMU, estas no son cualidades místicas, sino atributos que emergen del análisis riguroso de la existencia. Por lo tanto, Dios no es una opción de fe o una creencia cultural, sino un requisito lógico para que la realidad funcione. Es el principio central y la sustancia subyacente que hace posible todo lo demás.
Verás, una vez que has construido el marco preliminar, entonces comienzas a deducir las propiedades de esta identidad y descubres que esas propiedades coinciden con las de Dios tal como se describen en la mayoría de las principales religiones del mundo.
2. Vives en una simulación, pero Dios es tanto la pantalla como el procesador.
Usando la hipótesis de la simulación como una poderosa analogía, Langan describe el universo físico como una “pantalla”. Lo que experimentamos —los objetos, los lugares, los momentos— son los estados estáticos que se muestran en ella. Pero los estados estáticos de la “pantalla” no pueden cambiarse a sí mismos. Para que exista el tiempo, el movimiento y la causalidad, se necesita una capa de procesamiento que los impulse de un estado al siguiente.
A diferencia del panteísmo simple (la idea de que Dios es el universo), el CTMU postula un panenteísmo. Dios es más grande que el universo; abarca tanto la “pantalla” visible que habitamos como el “procesador” invisible que le da funcionalidad y vida a esos estados estáticos. Él es el sistema operativo completo de la realidad.
Estamos viviendo en la pantalla de esa simulación. Además de la pantalla, también hay un aspecto de procesamiento, y Dios abarca ambas cosas. Él abarca tanto la pantalla como el procesador.
3. Todo en el universo es consciente, incluso una mesa.
Una de las ideas más radicales de Langan es que la conciencia no es un fenómeno exclusivo de los seres biológicos. En su modelo, la conciencia es una propiedad genérica que opera a través de lo que él llama “operadores de identidad”. Piensa en cada partícula fundamental del universo no como un punto inerte, sino como un diminuto procesador que constantemente toma información de su entorno, la procesa internamente y la devuelve al sistema.
Esto significa que todo, incluso los objetos que consideramos inanimados como una mesa, posee un nivel básico y genérico de conciencia. La diferencia entre la conciencia de una persona y la de una mesa no es de tipo, sino de complejidad y nivel. La conciencia humana es una manifestación más avanzada, pero la propiedad fundamental de ser consciente está distribuida en toda la existencia. Y si todo en el universo es consciente y participa en este intercambio de información, esto redefine radicalmente nuestra propia agencia. No somos meros pasajeros, lo que nos lleva a la cuestión del libre albedrío.
¿Me estás diciendo que esta mesa es consciente? En ese sentido, sí, conscientemente en un sentido genérico.
4. Tienes libre albedrío porque participas en la creación de la realidad.
La visión de Langan se aleja de un universo determinista donde todo es un guion ya escrito. En cambio, propone una realidad “generativa”, un sistema que se está creando y recreando constantemente. No somos meros espectadores de una película cósmica, sino participantes activos en su creación.
Langan usa la analogía de un bebé que debe aprender a distinguir los límites de los objetos para separar una cosa de otra. Este acto de trazar distinciones no es pasivo; es la forma en que participamos en la creación. Al definir los límites entre “tú” y “el entorno”, entre “vaso” y “mesa”, estamos colaborando activamente en la solidificación de la realidad. Nuestro libre albedrío, por tanto, no es una ilusión, sino la función misma de nuestra conciencia en un universo que se genera a sí mismo.
5. El infierno no es un castigo, es una realidad que tú mismo creas.
En el CTMU, la conciencia persiste después de la muerte física, y nuestro destino depende directamente de la relación que hayamos cultivado con Dios, la fuente de toda la realidad. El infierno, desde esta perspectiva, no es un lugar de castigo impuesto por una deidad vengativa. Es la consecuencia natural de la separación.
Si una persona vive una vida malvada y rechaza activamente a Dios, se desconecta de la fuente. Al morir, su conciencia intenta crear su propio mundo para seguir existiendo. Sin embargo, al estar aislada y ser un reflejo de su maldad interna, el mundo que crea solo puede ser una manifestación de ese mal. Ese mundo se convierte en su propio infierno autoimpuesto.
Intentas crear tu propio mundo para ti mismo, pero si eres una mala persona, una persona malvada, ¿qué tipo de mundo va a ser ese? Va a ser un mundo malvado, y eso es lo que llamamos infierno.
6. El diablo existe como el “límite” de Dios y gana poder a través de nosotros.
Langan ofrece un razonamiento lógico para la existencia del mal y de una figura como Satanás. Si Dios es la perfección absoluta, para poder definirse necesita un “límite” o una antítesis: la imperfección. Satanás representa este principio contrario, el anti-dios que define el borde de lo que Dios es.
Esta fuerza, por sí misma, no es coherente, ya que odia la existencia. Sin embargo, gana poder al explotar las estructuras humanas. Se infiltra y utiliza sistemas como corporaciones y gobiernos, adquiriendo a las personas que operan dentro de ellos como recursos para sus propios fines. El mal se organiza y se manifiesta en el mundo a través de la instrumentalización de nuestras creaciones y nuestras decisiones.
Pero la existencia de este “límite” no es un defecto en el diseño del universo, sino la condición necesaria para el significado. Porque solo en la libertad de elegir podemos realmente amar. Solo al enfrentarnos al límite comprendemos la grandeza de lo infinito.
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Conclusión
Las ideas de Chris Langan pintan un cuadro de la realidad radicalmente diferente al que estamos acostumbrados. Bajo su visión, el universo no es una colección de materia inerte, sino un sistema consciente, interconectado y profundamente participativo, donde la matemática, la conciencia y la espiritualidad convergen. Si cada uno de nosotros es una frontera viva entre el bien y el mal, y nuestras elecciones construyen la realidad, ¿qué mundo estamos eligiendo crear hoy?
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