¿Sabías que un término que hoy usamos entre amigos —e incluso con cariño— nació en el fragor de la batalla? La palabra boludo, hoy omnipresente en el habla rioplatense con tonos que van desde el insulto hasta la complicidad, esconde un pasado ligado a las guerras de independencia y a la valentía (o temeridad) de los gauchos en el campo de batalla.

🔍 Los orígenes militares: gauchos, boleadoras y el desdén colonial

En el siglo XIX, durante las guerras por la independencia y los conflictos civiles, las milicias patriotas se nutrían de combatientes rurales, muchos de ellos gauchos sin entrenamiento formal. A falta de fusiles, estos hombres empuñaban boleadoras —tres esferas de piedra o metal unidas por tientos—, una herramienta tradicional para cazar ganado o aves.

Su misión era arriesgada: colocados en la primera línea, debían derribar caballos enemigos con sus boleadoras para facilitar el avance de los lanceros. Para los soldados españoles y los ejércitos regulares, estos combatientes eran “los de las boleadoras”, hombres rústicos, improvisados y, en su mirada despectiva, “boludos” —término que comenzó a usarse para señalar su supuesta torpeza o ingenuidad en la guerra convencional.

📜 De la batalla al Congreso: cómo el significado evolucionó

Para fines del siglo XIX, la palabra ya había trascendido el ámbito militar. Un discurso parlamentario de 1890 menciona a los boludos como aquellos que “iban al frente a hacerse matar”, dando un nuevo matiz: el de quien se expone al peligro sin necesidad.

En el siglo XX, el término se popularizó como sinónimo de “tonto” o “distraído”, pero también empezó a perder parte de su carga negativa. En las calles de Buenos Aires, Montevideo y otras ciudades, “boludo” se convirtió en una palabra polisémica:

  • Como insulto: “¡Qué boludo que sos!” (por un error).

  • Como expresión de confianza: “Che, boludo, ¿viste el partido?” (similar a “hermano” o “amigo”).

  • Como queja irónica: “¡La puta madre, boludo!” (frustración compartida).

🎨 Una imagen que vale más que mil palabras

La ilustración que acompaña esta nota —soldados gauchos en plena batalla, con boleadoras en mano y un estandarte que reza “BOLUDO”— sintetiza esa dualidad: eran hombres rudimentarios para sus enemigos, pero también héroes anónimos que pelearon con lo que tenían.

🤔 ¿Por qué sigue vigente?

El lingüista José Luis Moure explica que el término sobrevivió gracias a su flexibilidad: “Es una palabra que expresa emociones, no solo un juicio”. Hoy, decir “boludo” puede ser un golpe o un abrazo verbal, dependiendo del tono y el contexto.

¿Vos cómo la usás? ¿Como insulto, como saludo o un poco de todo? 😉

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