Corría el invierno de 1964 cuando el reconocido escritor británico Anthony Burgess, autor de La naranja mecánica, llegó a la Argentina invitado por el British Council. Su agenda era estricta: conferencias en la Universidad de Buenos Aires, reuniones con lingüistas, y una colaboración con la televisión estatal. Pero hubo algo más. Algo que no figura en los archivos oficiales.
Lo que pocos saben —y lo que la memoria popular berissense guarda como un secreto compartido— es que Burgess hizo una visita relámpago y no protocolar a la Calle Nueva York de Berisso. Allí, entre casas bajas, galpones oxidados y pasajes de tierra mojada, buscaba entender la argentinidad más profunda. Venía de recorrer la tumba de Eva Perón en el cementerio de la Recoleta, y según quienes lo vieron esa tarde gris, preguntaba por los orígenes del 17 de octubre, el día que los trabajadores marcharon hacia Plaza de Mayo y dieron nacimiento al peronismo.
Anthony Burgess, escritor de La Naranja Mecánica
Los ecos de ese primer aluvión popular lo trajeron hasta esta calle. Calle Nueva York, cuna de frigoríficos, inmigrantes, resistencia obrera y mitos. A Burgess le fascinaban los extremos: el lenguaje de la calle, la violencia, la redención. Dicen que se sentó en un bar a tomar ginebra con soda. Que conversó con algún ex obrero del Swift en un español rudimentario. Que miró el río desde la rambla con el mismo asombro que miraría luego las ruinas del Imperio Británico.
Hoy, entre las chapas corroídas y los murales que resisten, el mito de Burgess en Berisso se vuelve más creíble que muchas verdades oficiales. Tal vez fue solo una tarde. Tal vez fueron apenas unos pasos. Pero lo cierto es que ningún otro rincón del país condensaba tanto el espíritu rebelde, marginal y humano que el autor inglés retrató en su obra.
¿Ficción o realidad? ¿Invención o testimonio? Poco importa. Porque como toda buena historia, esta también habla de nosotros.
