” Avísale a mi familia donde estuve. Yo ya estoy muerta. Que brinden por mí todas las navidades”, le dijo María Claudia Falcone a un compañero de cautiverio que abandonaba el Centro Clandestino Pozo de Banfield en diciembre de 1976. María Claudia, con sus 16 años, sabia el costo que debía pagar por defender a los más humildes. Era consciente que de ese lugar no saldría nunca más. En la foto se la ve sonriente, era una piba alegre, divertida. La imagen corresponde a enero-febrero del ’76. Ojala algún día encontremos otras fotos de esas vacaciones. Fue con su familia a San Clemente del Tuyú y luego, con sus amigas, a Mar del Plata, luego de un año de mucha militancia tenía ganas de descansar, de hacer una pausa y luego retomar sus actividades con mucha más fuerza. Más allá de la conquista del Boleto Estudiantil Secundario, los trabajos de alfabetización en la villa durante los años ’74 y ’75 la habían marcado para siempre. Esa era la militancia que más la apasionaba. Estar con la gente, preocuparse por ellos, por ellas. Y como buena adolescente que era, porque no militaba las 24 horas del día, aquellas vacaciones del ’76 le sirvieron para divertirse, para olvidarse por un par de días de Roberto, su novio, de quien se había separado en diciembre del ’75, luego de que Roberto le pidió a Claudia que abandone la militancia porque él tenia miedo de que le pase algo. Quería cuidarla. Ella se negó y se separaron. No hubo tiempo para el reencuentro. María Claudia vivió su corta pero intensa vida a las apuradas. Cómo sabiendo que algo le sucedería. Y como recordarla solo en navidad no alcanza, miles de pibas y pibes en todo el país a diario la nombran y la recuerdan así, sonriente, feliz, y luchando por un país más justo.

Carla Gonçalves

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